Entre grupos conformados por algunos científicos y algunos animalistas, se ha desbocado en los últimos días un ‘tire y hale’ en redes sociales tan tonto que haría ruborizar hasta al más tonto. En Colombia, el país de las guerras más pendejas, dos grupos están, como diría mi abuela, “buscándose una mala hora”.
Acusaciones que van desde “idiotas”, hasta “asesinos”, desde “ignorantes”, hasta “terroristas”, los hipopótamos descendientes de la perversión de Pablo Escobar, son la manzana de la discordia en Colombia. Políticos animalistas que le dan Like y RT a trinos en donde se propone perfilar e individualizar a científicos que proponen el sacrificio de los animales invasores y de otra parte, los científicos que presumen, presumen y presumen de su sapiencia suma del dios soberano absolutamente carentes de empatía por los legítimos sentimientos de los animalistas.
¿Será que posterior a los hipopótamos estarán en capacidad de armar otras batallas con pueriles métodos?, es que con lo que se ha visto en redes, son muy capaces, unos y otros, de cavar trincheras para insultar, amenazar y estigmatizar si no se ponen de acuerdo en qué fue primero, si el huevo o la gallina en el país de las guerras más pendejas.
Y no es que la discusión sobre los hipopótamos invasores en Colombia sea una discusión menor, ni de poca monta, no, por el contrario, es una discusión que debería ser abordada con toda la seriedad del caso, tanto por parte de animalistas, como de científicos, pero eso es particularmente lo que ha faltado en esta discusión, seriedad, elegancia, altura, madurez, sensatez y sobre todo la empatía que tanto hace falta en Colombia, no ser capaces de ponernos en los zapatos del otro, sentir por un momento como el otro y razonar para elevar una verdad más evolucionada que mi propia, única, exclusiva e irrebatible verdad.
Algunos científicos no saben hablarle a las comunidades, son desorganizados y carecen de unidad y solidaridad, son, algunos de ellos, en muchos casos, depredadores que sólo conocen la filosofía de ‘dar codo al de al lado’ para destacarse. En la otra esquina del cretino ring, se encuentra el equipo de algunos animalistas, quienes por el contrario son muy unidos, organizados y solidarios entre ellos, pero están representados por políticos y sus ideas, aunque respetables, no se fundamentan en hechos científicos, sino en suposiciones, sentimientos y emociones que dan como más que suficientes ante cualquiera que piense o demuestre cosa diferente.

¿Será que hemos evolucionado en la violencia al pasar de matarnos por plata a matarnos por ideas?, en mi concepto la plata, el dinero no es algo que dignifique, no es algo que enaltezca, a mi parecer por el contrario, las ideas sí tienen la capacidad de encumbrar al individuo, al colectivo, las ideas, sí merecen admiración y catalizan el respeto que se puede profesar por persona o cultura alguna.
Sin embargo, las ideas sin una correcta exposición pierden esencia, se vuelven banales, efímeras e incluso una gran idea, una fantástica propuesta, una inmejorable solución, pueden ser envilecidas con facilidad y una rapidez pasmosa cuando son enunciadas confundiendo la vehemencia con la agresividad, la intolerancia y los insultos.
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Por tanto fines y medios no son separables, no se puede aspirar a grandes fines mediante ruines métodos, pero en Colombia tanto algunos científicos, como algunos animalistas se trenzan en una desaforada y voraz carrera por demostrar cuál de los dos padecen con mayor dramatismo de total y vergonzoso enanismo mental.
Ya no se trata de cuál tiene la razón, de cuáles argumentos son más sólidos y más válidos, que si los hipopótamos merecen compasión o si la compasión la merecen los ecosistemas y demás especies, pasó a segundo y tercer plano, que si los recursos para una solución son insuficientes o demasiados, también dejó de interesar, que si son causas o consecuencias lo que se ataca, mucho menos, acá lo relevante es cómo podemos maximizar los errores del contrario, cómo será la manera más efectiva de agredir a mi adversario y sobre todo, a cuántas personas más puedo vincular a mi agresiva campaña de odio, a mi macabra intención de sometimiento del otro.

De otra parte, las voces de los políticos, en el país de las guerras más pendejas, principalmente, tienen cada día menos valor, la credibilidad a todas luces va en dramático descenso, mientras que las voces de la ciencia, son más escuchadas que hace 10 o 20 años, pero a pesar de ello, algunos científicos han logrado generar ecoparálisis, ecoparanóia y ecofobia, pues mientras se siga propendiendo por la egociencia de superioridades morales e intelectuales altisonantes, muchos ciudadanos dejarán de escuchar unas voces que son determinantes para comprender los ‘por qué’ y los ‘para qué’ de la conservación.
Sin humildad, sin empatía, sin diálogo, ni políticos, ni científicos tendrán jamás la posibilidad de ofrecer más que lo que están ofreciendo actualmente en redes, un espectáculo vergonzoso plagado de insultos, ausente de ideas, generadores de más odios, rencillas, divisiones y guerras en Colombia y mientras tanto, aquellos cuyos intereses económicos están muy por encima, tanto de la dignidad humana, como de la protección de la naturaleza, hacen fiestas con la ganadería y las actividades extractivas.
Sigan distrayéndose, “grupos de pensadores”, sigan diluyendo los esfuerzos y atomizando las fuerzas, hay bastantes en Colombia que se los agradecen y que muertos de la risa observan la infinita torpeza de su desunión. Nada más miren hacia el Guaviare, el Caquetá, miren a Colombia arder hasta sus cimientos, como si las miles de hectáreas de Chiribiquete fueran menos importantes que sus estériles, pueriles y vergonzosas discusiones en redes sociales.
Ni unos ni otros merecen respeto, ni unos ni otros merecen admiración, ni unos ni otros tienen la razón, es precisamente la razón lo que les falta en el país de las guerras más pendejas a quienes acuden a los insultos y amenazas por encima de los argumentos.
Colofón. Atendiendo una amable solicitud de uno de los biólogos, David Santamaría-Castiblanco, que hablan desde lo científico con respecto a este tema, me permito hacer énfasis en que no todos los científicos, ni todos los animalistas han acudido al pendejo camino del insulto y la agresión para respaldar sus puntos de vista, hechos científicos o sentimientos y emociones, efectivamente han sido sólo algunos, como lo he escrito en repetidas ocasiones a través de esta columna de opinión. Las redes sociales, aparte de contener insultos, agravios e incluso amenazas, también cuentan con hilos explicativos.

Periodista ambiental y de conservación colombiano, actualmente residente en Canadá.