Una mañana fría, en un barrio cualquiera del suroeste, un vecino detiene el carro: un alce cruza despacio, levanta la cabeza como si saludara y sigue su camino hacia el bosque. No es cuento. Es Calgary, una metrópoli de 1.306.784 habitantes, extendida sobre 820,62 km², con una densidad de 1.592 personas por km² (Statistics Canada, 2021). En medio de rascacielos, centros comerciales y autopistas, la fauna silvestre se mueve entre parques, riberas y senderos como si la ciudad también les perteneciera.
Para dimensionar la magnitud, vale comparar. Calgary es casi del tamaño de Bogotá, que tiene 7,9 millones de habitantes en 775 km². También es más grande que Madrid, con 3,3 millones de personas en 604 km², y aunque está lejos de la monumental Ciudad de México, que reúne más de 9,2 millones de habitantes en 1.485 km², la conclusión es contundente: Calgary es una ciudad de escala global, pero con un privilegio único. Mientras otras capitales apenas luchan por conservar pequeños parques urbanos, aquí todavía es posible encontrarse con alces, pumas y osos negros moviéndose en el corazón mismo del territorio urbano.

Lo que revelaron las cámaras trampa
Ese privilegio no es mito ni anécdota aislada. El proyecto Calgary Captured instaló más de 90 cámaras trampa en Fish Creek Provincial Park, Griffith Woods, Weaselhead y otros espacios naturales. Los resultados sorprendieron: la gran mayoría de registros fueron de venados cola blanca y venados mula (77 %) y de coyotes (19 %). Pero en ese 4 % restante aparecieron zorros rojos, comadrejas, mapaches, puercoespines, y de manera esporádica pero significativa, osos negros, linces, alces y pumas. Que una ciudad de más de un millón de habitantes pueda documentar oficialmente grandes depredadores en sus parques urbanos es algo que pocas urbes del planeta pueden mostrar.
Encuentros cercanos con coyotes
Los coyotes merecen mención aparte. Entre 2010 y 2012 se registraron 781 reportes ciudadanos de encuentros con estos animales, cabe anotar que la inmensa mayoría de los encuentros no se reportan. La mayoría fueron simples avistamientos, sin riesgo. Pero al excluir esos casos, se observó que los episodios más frecuentes fueron los de seguimiento o acecho, mientras que los ataques directos resultaron muy poco comunes (menos del 5 %). El hallazgo es clave: los conflictos dependen más de cómo manejamos basura, mascotas y espacios verdes que del comportamiento natural de los coyotes. Dicho de otro modo, convivir pacíficamente es posible si entendemos nuestro papel en la ecuación.

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Una ciudad que avanza sobre corredores naturales
En el verano de 2024, la comunidad de Harmony, al oeste de Calgary, vivió un momento para el recuerdo: un puma fue visto merodeando cerca de un parque de perros y un sendero utilizado por familias. En apenas una semana se reportaron dos avistamientos distintos, lo que activó una alerta emitida por Alberta Fish and Wildlife. Vecinos contaron a CityNews Calgary que la preocupación mayor no eran los adultos, sino las mascotas pequeñas, pues los felinos suelen concentrarse en presas como gatos o perros sueltos.
Algo similar ocurrió en abril de 2025, cuando un oso negro apareció de manera inesperada por el sector suroeste, cerca del embalse Glenmore. Horas después, hubo un segundo reporte en el vecindario de Oakridge, lo que motivó a los agentes de vida silvestre a instalar trampas vivas como medida preventiva, según informó CityNews Calgary.
Estas historias no son simples curiosidades: son los destellos de una frontera viva, donde cada encuentro recuerda que la ciudad crece, pero no borra los corredores naturales que la fauna siempre ha usado.

Calgary, entre el asfalto y el bosque
Lo más sorprendente es la dualidad: rascacielos y hockey en el centro, alces y pájaros carpinteros en los parques. En un mismo fin de semana, un residente puede ver un concierto en el Scotiabank Saddledome y, al día siguiente, encontrarse con un oso negro en los senderos de Fish Creek. Pocas ciudades en el mundo ofrecen esa experiencia cotidiana de vida urbana y vida silvestre entrelazadas.
Calgary no es solo una ciudad moderna: es también un territorio compartido con la fauna salvaje. Eso es un privilegio inmenso y, al mismo tiempo, una responsabilidad. Los datos científicos lo confirman: alces, pumas, osos negros, coyotes y venados siguen aquí, viviendo al lado de más de un millón de personas. La pregunta es si tendremos la sabiduría para conservar esa convivencia como parte de nuestra identidad.

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