Décadas de inoperancia e indolencia del Ejecutivo sumadas a las altas tasas de corrupción permitidas y promovidas desde el Legislativo se combinan con la rampante y profusa impunidad consentida desde el Judicial, una triada perfecta, pero esa no es la causa principal, es apenas la consecuencia, la mentalidad excluyente, sofisticada y esnobista de nosotros los colombianos, revelan que Hitler está presente.
Una generación de arribistas virreinales que aún viven y suspiran por las épocas en las que socialmente era admitido y políticamente bien visto despreciar al negro, al indígena y al campesino, son los directos responsables de que en Colombia se tengan tan trastocados los valores fundamentales de humanidad, empatía y humildad.
La frase indecente, subdesarrollada y subnormal de la directora de la Fundación Zoológico de Cali, María Clara Domínguez en días pasados no es más que un síntoma de una sociedad pútrida y fétida cuya inmundicia supura por las redes sociales.
Esta encopetada rubia oxigenada de exagerada rinoplastia, digna criolla representante de la raza Aria Superior, con sobrante luminosidad dejó en claro la categoría de ser humano que es al escribir: “Los indios no son la autoridad. Lárguense de nuestro territorio”. Hitler está presente cada vez que legitimamos expresiones de xenófobas, racistas, generadoras de odios y divisiones en un país que hipócritamente se define en su Constitución Política como Pluriétnica y Multicultural.

El mundo entero repudia con horror el holocausto Nazi, pero en su momento millones de europeos hicieron, taimadamente, lo mismo que hizo el nazismo con el pueblo Judío. Es innegable que el sentimiento antisemita precedió en siglos al ascenso de Hitler al poder. En muchas ciudades europeas persiguieran a sus judíos durante la peste negra del siglo XIV al considerarlos culpables de ella. Como los judíos no contraían la enfermedad, eran considerados culpables de ella y el secreto de los hijos de Abraham era muy sencillo: bañarse. Los hábitos higiénicos del pueblo judío eran por mucho muy superiores a los rutinas de aseo del resto de la población durante la edad media.
Con cada acto de xenofobia, Hitler está presente. Cuando se legitima la exclusión en una dinámica social, como lo hizo María Clara Domínguez, la directora del Zoo de Cali, se rompe la cadena de aprendizaje de la humanidad respecto a la proscripción de cualquier manifestación de una superioridad racial o social, con la ruptura de esa cadena, nos ponemos más cerca de vivir otra enorme, profunda y extensa confrontación entre dos pueblos que en realidad son uno solo.
No cambiamos y Hitler está presente, sigue presente. Es inadmisible, despreciable y asqueroso, por decir menos que lo justo, que una porción de la población colombiana comparta o justifique las palabras de esta criolla que a través de su labor al frente de la institución que dirige da a conocer a los visitantes del Zoo de Cali la diversidad y se jacta de la amplia y diversa colección con la que cuenta esta institución.
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Hace gala de su colosal ignorancia al no comprender que “Indios” es el gentilicio de aquellos ciudadanos que nacieron en la India y que Indígenas son aquellos miembros de las comunidades ancestrales legítimas propietarias de un territorio por siglos invadido, vandalizado y saqueado por gente que como ella sólo puede mirar a esas comunidades como un grupo minoritario que debe confinarse en un resguardo.
Élites despreciables que han gobernado a Colombia desde su fundación y que nunca han tenido los méritos suficientes para preservarse en el poder y que lo siguen haciendo como consecuencia de un pueblo anestesiado, aletargado y oprimido sin derechos. Hitler está presente en el pensamiento de cada uno de estos exquisitos miembros distinguidos de lo que se han autodenominado “gente bien”.

Si los miembros de las comunidades indígenas son “gente mal”, me gustaría conocer las razones por la cuales esta comunidad de “indios”, como los llama María Clara Domínguez, sí son capaces de hacer un Plan de Vida proyectado a 30 años, de qué manera y por cuáles razones ellos sí han sido capaces de hacer florecer empresas dedicadas a diferentes sectores de la economía y con las que sustentan sus finanzas y modus vivendi a diferencia de lo que han hecho los gobiernos cómplices de pícaros de las altas esferas.
Indígenas que fueron desterrados de sus tierras ancestrales por los ancestros de varias senadoras del Centro Democrático como la inefable María Fernanda Cabal o Paloma Valencia entre tantos otros representantes de la “gente bien” del Valle y del Cauca. A pesar de que fueron desplazados por encopetados terratenientes virreinales hacia las montañas en donde es más difícil sembrar, estos indígenas que ahora son considerados indios invasores, han sido capaces de subsistir, de florecer y de dar ejemplo de templanza y verdadera riqueza cultural a un país con una democracia agónica, un gobierno enclenque y una clase alta, dirigente y poderosa cada día más desprestigiada, repudiada y moribunda.
El sacerdote Álvaro Ulcué Chocué, aquel siervo de Cristo párroco de Santander de Quilichao, Cauca, del mismo Cristo que yace en la cruz que adorna las casas de las élites devotas del amor de Dios, sigue presente a pesar de que las élites blancas, rubias y rinoplásticas lo asesinaran en el 10 de noviembre 1984, esas élites que tratan de esconder la influencia narcotraficante que se difundió sobre estos “Patricios vallunos”, que untaron a la gran mayoría, esos mismos que ahora son respetables narco-patricios, narco-patriotas. Ese revolucionario perteneciente al pueblo Nasa que emitía sus sermones en misa en Nasa Yuwe, la lengua de ese bravío pueblo. Su legado, su historia, sus enseñanzas y su templanza acompañan al pueblo Nasa en contraposición a las ideas Nazi de aquellos que con desprecio se refieren a ellos como “indios” y hacen que demuestran que en Colombia Hitler está presente.
Colofón
El chileno Julio Numhauser, un músico y compositor con raíces judías, escribió ‘Todo cambia’ en 1982, interpretada por Mercedes Sosa. Estando en Canadá, sintiéndome tan desplazado y desterrado en el exilio, por ese mismo poder que gobierna Colombia, debo citar que todo cambia, “Pero no cambia mi amor, Por más lejos que me encuentre, Ni el recuerdo, ni el dolor, De mi pueblo y de mi gente, lo que cambió ayer, Tendrá que cambiar mañana, Así como cambio yo, En esta tierra lejana”. Ojalá Colombia cambie, porque “aquel que no aprende a la primera, repite la lección”, llevamos repitiendo más de 500 años el desprecio a las comunidades indígenas.
Firma la petición de Change.org para que esta señora deje el cargo, no es digna de ocuparlo.

Periodista ambiental y de conservación colombiano, actualmente residente en Canadá.