Los primeros registros que se tiene de esta especie (Monachus tropicalis) datan de los mismos conquistadores europeos incluso, algunos historiadores hacen referencia a Cristóbal Colón y aseguran que el conquistador las confundió con lobos marinos en su segundo viaje a América en el año de 1493, en sus crónicas las describió lacónicamente como unos animales tímidos y de buena piel que podría aprovecharse para hacer abrigos. Tristemente ahora sólo se puede hacer referencia a ellas como la extinta Foca Monje del Caribe.
Posteriormente fue sistemáticamente cazada por su grasa, piel y como alimento y más adelante y de manera ignorante se le catalogó como amenaza para los bancos de peces y se incrementó la caza de una manera medianamente organizada con el propósito de ‘eliminar la competencia’, sin comprender la importancia del balance en los ecosistemas.
Su área de distribución partía desde la Florida y Puerto Rico hacia las costas de Colombia y Venezuela, pasando por todas las Antillas Mayores y preferiblemente en zonas costeras, es la única foca que habitaba totalmente en aguas exclusivamente tropicales.
Eran animales gregarios, es decir, que permanecían en manadas de número indeterminado, pero esas no son todas las características que se conocen de este extinto mamífero marino.

Una particularidad resaltó sobre otras, la presencia de cuatro glándulas mamarias en lugar de dos como el resto de las focas. Su tamaño se calcula entre los dos metros y dos metros y medio y su cuerpo esbelto estaba cubierto por un hermoso pelaje de color café claro en la parte superior e iba aclarándose hasta tomar un color crema en el vientre.
De hábitos diurnos se le catalogó como un animal muy activo desde el amanecer hasta el crepúsculo y a no ser por los tiburones, la extinta foca monje del Caribe habría sido la reina de sus aguas ya que estos peces eran sus únicos depredadores hasta que los europeos llegaron a América y comenzaron su persecución sin tregua.
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Durante siglos fueron perseguidas, incomprendidas y cazadas y apenas en 1850 se logró recoger un ejemplar para su estudio del cual resultó su caracterización, pero sólo pasaron 17 años para ser considerada como ‘poco frecuente’ y los últimos registros con cierto grado de confiabilidad datan de 1952 en la Isla Serranilla en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en Colombia. tuvimos tiempo, como especie humana, para evitar la extinción de la foca monje del Caribe, sin embargo, no lo hicimos.

Uno de los más destacados investigadores del planeta, autor de múltiples publicaciones científicas, Kyle Baker, biólogo de la Administración Nacional Atmosférica Oceánica (NOAA) afirma que es la única especie de foca de la cual se ha comprobado que fue extinta como consecuencia de causas humanas.
Desde 1994 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, declara la Foca Monje del Caribe como extinta a pesar de que El Convenio para la Protección de la Diversidad Biológica, CITES, no ha declarado esta categoría para esta especie, probablemente esperando agotar los recursos y metodologías para encontrarla, sin embargo, los esfuerzos por hallarla han sido en vano.
A pesar de las declaratorias de extinción, en Haití y Jamaica, pobladores aseguran avistamientos de esta especie, sin embargo, no han sido plenamente confirmados por la ciencia. En el año 2009, History Channel transmitió en su programa MonsterQuest, un animal no identificado, muy parecido a la Extinta Foca Monje del Caribe, sin embargo, hay quienes afirman que pudo ser confundida con el manatí antillano (Trichechus manatus).
La única foca de aguas únicamente tropicales en el mundo desapareció de nuestra biodiversidad, situación que aparte de ser profundamente frustrante, debe poner sobre la mesa la discusión sobre qué acciones gubernamentales se adoptan para preservar la vida de otras tantas especies que fácilmente, pueden dejar de existir para siempre y abandonar ‘el arca’ de nuestra biodiversidad.

Periodista ambiental y de conservación colombiano, actualmente residente en Canadá.