De la gestión sobre los Hipopótamos y los Mea Culpa de rigor

[vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Recientemente se publicó una investigación en la revista Biological Conservation (una de las publicaciones de mayor impacto en la disciplina de la conservación de la biodiversidad)  estudio que puede ser el más diciente argumento científico para que se tomen decisiones frente a la problemática de la invasión creciente de los hipopótamos en el Magdalena Medio.

La publicación “Un Hipopótamo en la habitación”, ha llevado una vez más a los medios y la gente en general a poner atención sobre esta problemática, solo pocos meses después que se presentara un incidente con un campesino de Puerto Triunfo el pasado mes de mayo de 2020.

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Luego del ataque se reabrió la discusión sobre qué hacer y cómo proceder con la población de hipopótamos en el Magdalena Medio. Digo que se reabrió la discusión para la gente del común, para los políticos interesados y para la opinión pública, porque para las autoridades ambientales, para la población local y para los que trabajamos con fauna silvestre siempre ha sido un tema de preocupación y de estudio permanente.

Hoy, casi cuarenta años después de la introducción de los parentales de esta población en constante crecimiento se sigue discutiendo en diferentes espacios sobre la necesidad de controlar esta invasión biológica lo cual, luego de que el estado tomara la Hacienda Nápoles en la década de los 90s, era una conclusión más que obvia. Actualmente la discusión se ha centrado en cómo hacer el control y sus implicaciones éticas y económicas; si debe haber carecía de control de los animales, si solo debe ser a través de su esterilización, intentando su confinamiento o una mezcla de todas las alternativas.

Un problema complejo

Mientras que esta discusión de años se sigue dando desde el ámbito legal, ético y pasional, esta población de hipopótamos se ha venido duplicando cada 7 años aproximadamente y ahora hay individuos en un radio de 90 km en tres departamentos de la cuenca. Es decir, nada se ha solucionado y por el contrario ahora es más costoso y complicado controlar la invasión que se encuentra en una fase de dispersión.

Por su puesto que el primer Mea culpa y quizás el más importante, lo deben hacer las autoridades ambientales (incluido el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible), por su poca efectividad (a pesar de los esfuerzos) en no haber controlado esta población desde que el estado asumió la responsabilidad de la hacienda Nápoles. No solo eso, sino que ahora el problema es mayor: hay el triple de hipopótamos que desde entonces, hay más individuos dispersándose a otras localidades y se han presentando accidentes con pobladores locales, ganaderos y pescadores.

Quizás por tratarse de una especie difícil de manejar y por la particularidad del caso, sin antecedentes en el país, las autoridades ambientales se encontraron con un reto nuevo y desde entonces han venido aprendiendo sobre el camino. Sin embargo existe evidencia que reconoce que las especies exóticas invasoras son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial4. En este sentido los intentos de control no han sido suficientes para dar cumplimiento a la legislación colombiana y a algunos acuerdos internacionales. Por ejemplo, el Decreto 1608 de 1978 en su artículo 117 ordena hacer control de especies introducidas con efectos negativos ecológicos5, la Ley 165 de 1994 por la cual el país se acoge al Convenio de Diversidad Biológica, en su artículo n° 8 dice que “… se deberá controlar o erradicar las especies exóticas que amenacen a ecosistemas, hábitats o especies”[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”9245″ img_size=”large” add_caption=”yes” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Así mismo, mediante la Ley 17 de 1981 el país comenzó a hacer parte de la convención CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres)  y más adelante en el decreto 1401 de 1997 de designó al Ministerio del Medio Ambiente como Autoridad Administrativa de Colombia ante dicha convención.

Ahora bien, del texto de la convención en su artículo n° 8 se da a entender que el Ministerio de Ambiente debió asumir en este caso como el directo responsable para gestionar lo concerniente al manejo de los hipopótamos por tratarse de una especie listada en el apéndice II de CITES (Esto merece un mayor análisis de cómo se aplica la convención en el país).

Sin embargo la mayor responsabilidad sobre este caso particular la han estado llevado las corporaciones autónomas regionales, especialmente CORNARE que con los recursos técnicos y económicos limitados ha realizado algunas medidas de seguimiento, sensibilización e intervención de los individuos que se han esterilizado.

Por otro lado, CORANTIOQUIA expidió el permiso de caza de control en 2009 para los individuos que se encontraban dentro de su jurisdicción, permiso que luego fue demandado. Este caso, entre otros más, sugiere revisar la estructura y funcionamiento del Sistema Nacional Ambiental- SINA creado en la ley 99 de 1993.

Aunque muchas voces piden celeridad en la cacería de control sobre esta población de hipopótamos, desde el año 2012 y luego del único intento de control por este medio (el sacrificio de un individuo en Puerto Berrio-Antioquia), una acción popular interpuesta por un ciudadano argumentando que se violó el derecho colectivo a “la existencia del equilibrio ecológico y el manejo y aprovechamiento racional de los recursos naturales para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución…”, dio como resultado la sentencia N° 022 de febrero (2012) del Juzgado Doce Administrativo, donde se ordenó detener la cacería y en cambio capturar y devolver a la hacienda Nápoles los individuos que se encontraran fuera de esta.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Mensajes confusos y utilización errónea de conceptos

Cabe preguntarse si para los que decidieron en este caso existía claridad sobre los conceptos de “equilibrio ecológico”, “conservación y restauración de recursos naturales”, así como “especie introducida o exótica” y “especie invasora”. Así mismo, queda la inquietud sobre si al ordenar la captura y devolución de los animales a la hacienda, se tuvieron en cuenta aspectos de la historia natural de la especie como su marcada territorialidad, la posibilidad de seguir reproduciéndose, la ausencia de depredadores y su capacidad para continuar dispersándose.

Nos podemos preguntar entonces ¿podría defenderse el mismo derecho colectivo por la omisión en el manejo y aprovechamiento racional de los recursos naturales, la conservación y restauración de los mismos, que han generado el desequilibrio ecológico en los ecosistemas del Magdalena Medio por la introducción de ganado blanco, de búfalos y de palma de aceite?.

Surge además una preocupación generalizada entre los profesionales del área, sobre cómo se está manejando este asunto de manera poco rigurosa y eficiente en varios espacios de análisis y opinión. En estos espacios se han expuesto a modo de argumentos algunas opiniones confusas o alejadas de los conceptos científicos que se intentaban evocar. Por ejemplo, en alguna reunión convocada por políticos interesados en esta problemática, se utilizó en primera instancia el título “Hipopótamos en Colombia. Reservorio genético, un regalo para la humanidad”  dando a entender que la población de hipopótamos en el país podría servir como reservorio genético, desconociendo que por el contrario puede ser la población más empobrecida genéticamente del mundo ya que todos los individuos provienen del único macho que fue introducido en 1981.

Otra voz argumentativa hace referencia a una publicación reciente en la cual se menciona que los hipopótamos en Colombia tienen el potencial de “restaurar” funciones ecológicas de especies extintas, lo cual también se ha mencionado como un argumento en favor de mantener y manejar la población de hipopótamos existente. Lo que no se ha analizado a fondo es que este trabajo se basa en simulaciones que proponen que ese “reemplazo ecológico” se cumple para especies que se extinguieron en el Pleistoceno, ¡entre 12 mil y 100 mil años! un lapso de tiempo que va más allá de los efectos causados por las sociedades modernas en los ecosistemas del Magdalena Medio.

Una discusión más beneficial consistiría en identificar cómo devolver a la región del Magdalena Medio las poblaciones de Danta (Tapirus terrestris) y cómo aumentar las del Chigüiro (Hydrochoerus isthmius). Estas especies podrían cumplir con funciones ecológicas similares a los hipopótamos a del consumo de forraje, del pisoteo y del transporte de biomasa y nutrientes de tierra firme a los cuerpos de agua.

Es claro que el uso de conceptos biológicos como “reservorio genético” y “restauración de funciones” tenidos en cuenta en la Sentencia N° 022 de 2012 se han usa de manera poco rigurosa en la discusión.

Quizás los investigadores y académicos no hemos logrado transmitir el mensaje con claridad a la sociedad y a los tomadores de decisiones involucrados en este caso, lo cual amerita un Mea culpa desde nuestro lado. Este reto de cerrar la brecha en la interfaz entre ciencia y sociedad es un aspecto reiterado en el ámbito de la gestión y la conservación de la biodiversidad.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”4237″ img_size=”large” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]

Hacia la búsqueda de una visión integral

Una preocupación adicional de mi parte se fundamenta en que pareciera haber dos bandos, “animalistas” y “antianimalistas” (¿?). En mi forma de ver, tal polarización parte de un sofisma, puesto que aquellos que están en favor de la cacería de control seguramente están pensando en el bienestar de las demás especies animales presentes en la región. La compasión puede estar repartida entre los individuos de las diferentes especies, pero también en las poblaciones y en las comunidades biológicas, por lo que una visión más integral es necesaria en este caso.

Estas posiciones radicales y el lenguaje usado por algunos no sólo no aportan mucho a la construcción colectiva de una solución responsable, sino que es inútil en este momento, ya que mientras exista la restricción jurídica a la cacería de control es necesario llevar a cabo otras opciones de manejo. Ahora bien, está pendiente la tarea para las autoridades ambientales y para la sociedad en general dar esa “batalla” jurídica que ponga a la caza de control dentro de las posibilidades de nuevo.

En la conferencia “Toma de decisiones éticas: caso hipopótamos” el Médico Veterinario Dr. Santiago Henao,  Presidente del Tribunal Nacional de Ética Profesional, y docente de la Universidad CES, hizo un llamado al trabajo en equipo desde los diferentes actores para que se encuentren soluciones integrales, ya que “la compasión no puede ser el único argumento que se tenga en cuenta en este caso”. En ocasiones la caza puede traer soluciones a problemas ambientales y de acuerdo con su fin, también puede incluir actos de nobleza.

Habría que indagar, como referencia, las reflexiones éticas y técnicas hechas por las autoridades de Australia al tomar la decisión de eliminar más de 2 millones de gatos ferales y zorros introducidos y controlar las poblaciones de más de 40 mil camellos usando la cacería como una de las estrategias. Así mismo se puede indagar en el caso del programa de control y erradicación de castores en Chile y Argentina, donde esta especie es introducida y donde se ha invertido en la cacería como alternativa de manejo27. También se pueden tomar como referencia las estrategias nacionales que han venido ejecutando las autoridades ambientales colombianas para el control a través de la cacería y pesca de la rana toro, del caracol africano y del pez león. Para efectos prácticos, se trata del mismo caso que el de los hipopótamos (aunque es necesario anotar que el hipopótamo aun no se encuentra en la lista de especies consideradas legalmente como invasoras por el Ministerio de Ambiente- Resolución 848 de 2008 y Resolución 207 de 2010).

Algunas aproximaciones sobre el costo del cuidado ex situ de los hipopótamos colombianos y de su esterilización, las únicas alternativas jurídicamente viables por ahora, se han estimado entre 10 mil y 50 mil millones de pesos colombianos. La primera cifra la ha expresado el Diputado de la Asamblea de Antioquia Álvaro Múnera, reconocido por su activismo en pro del bienestar animal, pero desconozco la base de tal estimación. La segunda cifra ha sido calculada por Investigadores-Veterinarios con experiencia en conservación y bienestar animal en un ejercicio preliminar pero ampliamente descriptivo. [/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”4199″ img_size=”large” add_caption=”yes” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Ahora bien, concuerdo con estos últimos autores en que un gasto como este sería inconsecuente con otras necesidades de la región, una suma como estas podría también invertirse en la conservación de los ecosistemas y las especies nativas del Magdalena Medio, o en cubrir parte de la necesaria inversión social. Por ejemplo, desde hace 10 años la Fundación Proyecto Primates Colombia y la Fundación Biodiversa Colombia  han ejecutado proyectos de conservación, de investigación, han establecido reservas y ejecutado acuerdos de conservación y sensibilización comunitaria, que han favorecido a especies nativas amenazadas de extinción como el Mono Araña café (Ateles hybridus), el Paujíl Pico Azul (Crax alberti), el tití gris (Saguinus leucopus) entre otras. Para ello, estas organizaciones han utilizando un presupuesto del orden de 5 a 6 mil millones de pesos. Una cifra mucho menor a lo que costaría el manejo ex situ y la esterilización de la mitad de la población de hipopótamos.

Si bien gestionar los recursos económicos para el mantenimiento de hipopótamos (especie exótica) en cautividad o semi-cautividad no es excluyente con las demás inversiones que se necesitan en la zona, también amerita una reflexión ética hacer tal gasto millonario frente a las necesidades vecinas. En el escenario de post-pandemia, será más necesario que nunca definir las prioridades de inversión en los programas de conservación de la biodiversidad.

Por último, pero para nada menos importante, es que este fenómeno tiene una variable poco discutida en los espacios de análisis. Las poblaciones locales tienen un sentido de apropiación de años con estos animales. Los han tomado como parte del entorno y son símbolo de algunos de los poblados rurales del municipio de Puerto Triunfo. Algunas habitantes locales, como la misma Hacienda Nápoles, se ve beneficiada por actividades de turismo de personas que además de querer observar monos aulladores, tortugas de río y aves silvestres, también incluyen la observación de los hipopótamos en los afluentes del río Magdalena. En el caso de aplicar la caza de control o la captura y reubicación de los individuos que sirven de atractivo, es necesario el trabajo comunitario y buscar alternativas productivas.

Esto resalta aún más la necesidad de un plan integral de manejo para la especie, con la mayor celeridad posible pues esperar otros 7 años para ejecutar acciones de control duplicaría la población y así los costos, los esfuerzos y quizás los accidentes. Tomemos como aprendizaje los Mea culpa de rigor.

Artículo original publicado en la Sociedad Colombiana de Mastozoología con actualización para Natural Press.

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