Los árboles y los vecinos invisibles

[vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]En este año 2020 ocurrieron un sin número de acontecimientos muy particulares, tanto así que en los anales de la historia, será llamado como el año de la pandemia de la Covid-19 y, solo se hablará del Coronavirus como el responsable de lo que hoy aún desconocemos. Al hablar de virus se puede decir que, este contiene pequeños pedazos de ARN (ácido ribonucleico) o ADN (ácido desoxirribonucleico) y, que no son seres vivos, muchos están encapsulados en una envoltura hecha a base de proteínas conocida como cápside. Los virus han evolucionado para reproducirse dentro de la célula que infectan, debido a que por sí solos, no son capaces de hacerlo, ya que carecen de la maquinaria molecular necesaria. Esta columna trata precisamente de eso, de los árboles y de los vecinos invisibles.

Los diferentes tipos de virus se suelen esparcir de manera muy variada, por vía aérea cuando respiramos, cuando los ingerimos con los alimentos, los que obtenemos directamente de nuestras madres, los que obtenemos por contacto sexual y los que se transmiten por picaduras de insectos como los mosquitos.

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En este caso la piel representa una barrera impenetrable para un virus, ya que está conformada por varias capas de células muertas, y los virus necesitan células vivas para poderse reproducir. Finalmente, una vez que los virus logran pasar las barreras físicas impuestas por la piel, éstos se enfrentan al sistema inmunológico innato y adaptativo. Se le llama así porque es un sistema de defensa que todos los animales parecen tener. Este sistema es muy antiguo, incluso los erizos de mar que evolucionaron hace aproximadamente 700 millones de años lo tienen.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Es en este punto donde los microorganismos o “vecinos invisibles” como yo les he denominado, nos dejan ver cómo, a través del tiempo, han ayudado a los animales a desarrollar una células naturales llamadas “asesinas”, este tipo de células se encargan de destruir a todas las células que han sido infectadas por algún virus; el misterio es, ¿cómo lo hacen?, al parecer hay señales a nivel molecular, que les indican algo como “mátame porque estoy infectada”, pero también hay señales que dicen “no me mates, estoy sana”, los detalles todavía están por descubrirse.

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Diciembre es sinónimo de Navidad, tiempo de recogimiento, alegría y felicidad, pero los vecinos invisibles no son producto de la fantasía, son seres vivos que nos han ayudado a adaptarnos en el tiempo. Sus sorprendentes características adaptativas, han permitido alimentar al planeta desde su aparición. Todas estas adaptaciones son el fruto de diversas estrategias evolutivas destinadas únicamente a sobrevivir, sin embargo a los seres humanos casi siempre nos los han mostrado como seres ofensivos y de muy mal actuar, cosa no tan cierta.

¿Un árbol para festejar la Navidad?

El nacimiento del árbol de Navidad se supone que fue situado en Alemania en la primera mitad del siglo VIII. Cuenta la leyenda que un evangelizador inglés, San Bonifacio, estaba discutiendo con unos druidas sobre el valor sagrado del roble. Una de las versiones dice que San Bonifacio cortó un fresno perenne (el Yggdrasil o árbol de la vida) y plantó en su lugar un pino.

Otra versión, algo más brusca, dice que San Bonifacio cortó un roble e hizo desaparecer todos los de su alrededor a excepción de un abeto. Ese árbol superviviente comenzó a ser venerado como el abeto del niño Jesús. Y se piensa que así comenzó esta tradición. Otra leyenda más contemporánea, calcula que el primer árbol de Navidad tal y como lo conocemos nació en Tallin (Estonia) en torno al año 1441. La leyenda en cuestión, cuenta que había un árbol en la plaza principal de la localidad. Al parecer, un comerciante soltero comenzó a bailar alrededor del árbol en compañía de varias mujeres y acabaron quemando el árbol. El suceso, lejos de provocar consternación, desató la costumbre de iluminar abetos coincidiendo con la Navidad.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”9250″ img_size=”full” add_caption=”yes” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]

¿Y los Vecinos Invisibles?

Al hablar de árboles siempre tendremos que hablar de sus raíces y es cuando podemos comentar sobre una zona supremamente importante para la vida de muchos seres del planeta y, es lo que conocemos como “Rizosfera” que es la zona del suelo que proporciona alimento, agua y nutrientes a muchos seres vivos que interactúan con las raíces del árbol. Para que un árbol crezca sano y alcance el tamaño adecuado, es indispensable que este establezca una relación estable y apropiada con los microorganismos de la rizosfera.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”9252″ img_size=”full” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]Las zonas donde crecen los árboles urbanos (Urbasol) suelen ser suelos pobres en nitrógeno y nutrientes, lo que limita su crecimiento. Sin embargo la interacción biótica que se establece entre las bacterias y hongos con las raíces del  árbol es infinita, tanto así que parece eterna. En la rizosfera se establecen por lo general un grupo de microorganismos, en su mayoría son bacterias, que se mantiene a lo largo de toda la vida del árbol adheridas principalmente en sus raíces, desde “la guardería” la germinación de la semilla hasta que alcanza su máximo desarrollo. Estas  bacterias son capaces de aportar Nitrógeno, desdoblan macro y micro minerales, además de ser agentes promotoras de crecimiento vegetal  (PGPR), estos son un grupo de diferentes microorganismos que pueden incrementar el crecimiento y la productividad vegetal, los géneros más conocidos son: Rhizobium, Pseudomonas florence, Azospirillum, Actinomicetos, Bacillus subtilis, Azotobacter y, un sin número infinito de ellas… Estos microorganismos establecidos en la rizosfera también ayudan a luchar contra los microorganismos patógenos que son los que pueden causar enfermedades. Además, actúan como bioestimulantes y remediadores del suelo, permitiéndole a las raíces y a sus funciones, tolerar mejor otros problemas, como la salinidad del suelo, la contaminación por hidrocarburos, la compactación y la deshidratación.

Así que, además de regalos, debajo del árbol siempre estarán los vecinos invisibles que hacen que los árboles siempre se vean florecidos, esbeltos y sanos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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