En Colombia encuentran fósil de manatí de 17 millones de años

Un pequeño resto fósil de un maxilar o quizá, parte de la mandíbula con dos pequeñas muelas, era el rastro que permitiría dar con un mamífero que existió hace 17 millones de años, habitante de zonas húmedas y pantanosas y pariente muy cercano de los manatís que hoy, a pesar de las grandes presiones que enfrentan, aún permanecen en los humedales y ríos del Magdalena, la región Caribe, el Orinoco y la cuenca Amazónica. En Colombia encuentran fósil de manatí de 17 millones de años.

Dos investigadores colombianos, uno argentino y otro puertorriqueño, cada uno en su especialidad, aportaron al descubrimiento del ejemplar más antiguo hasta ahora hallado en el país y uno de los pocos registros fósiles existentes del Potamosiren en Suramérica, una especie de manatí que ya había sido registrada en el desierto de la Tatacoa en el Huila, con rangos de edad entre los 13 y 11 millones de años. Pero esta vez, los investigadores descubrieron que, este nuevo fósil, estaba en una formación diferente, más antigua y ubicado en una población del departamento de Cundinamarca en Colombia con abundantes registros paleontológicos.

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La reciente investigación, publicada en la revista científica Journal of South American Earth Sciences tardó  más de 8 años entre el momento en que fueron colectados los restos fósiles y su publicación.

Jorge Moreno-Bernal, un paleontólogo colombiano aspirante a doctorado de la Universidad del Norte, becario de Minciencias, y uno de los autores de la investigación, asegura que entre 2003 y 2005 en la localidad de Pubenza en Tocaima Cundinamarca, el antiguo INGEOMINAS, hoy Servicio Geológico Colombiano, encontró restos fósiles del periodo cuaternario en esta zona perteneciente a la región del valle superior del río Magdalena.

Las excavaciones de Pubenza se originaron en una explotación de yeso desde 1973 cuando encontraron restos de megafauna en el lugar. Esta localidad fosilífera de gran atractivo paleontológico tiene dos niveles de rocas, unas más antiguas correspondientes al Mioceno temprano, que tienen entre 17.7 y 16.5 millones de años. Y otras  más jóvenes pertenecientes al  Pleistoceno tardío (aproximadamente  de 40 mil años), lo que ha dado lugar a encontrar en sus entrañas desde un mastodonte que hoy exhiben en el museo del Servicio Geológico Colombiano, hasta fósiles más pequeños parientes de especies actuales.

Localidad de Pubenza, Tocaima Cundinamarca

Esta localidad fosilífera desde 1973 tiene dos niveles de rocas, unas más antiguas, correspondientes al Mioceno temprano, y otras más jóvenes pertenecientes al Pleistoceno tardío lo que ha dado lugar a encontrar en sus entrañas desde un mastodonte hasta fósiles más pequeños.

“Entre el 2003 y 2005 el INGEOMINAS colectó restos fósiles del Cuaternario( Pleistoceno) de tortugas y roedores cangrejos de agua dulce, gliptodontes (un tipo de armadillo ya extinto), aves, armadillos, mastodontes y también encontraron otros fósiles más antiguos del periodo Mioceno, casi todos de tortugas y cocodrilos”, asegura Moreno-Bernal. Los fósiles pasaron a ser parte de las colecciones del Museo Geológico Nacional y un año más tarde cayeron en manos del investigador, siendo un estudiante de pregrado interesado en los restos de antiguos cocodrilos que trasegaron por pantanales y ríos de lo que hoy es Colombia.

Entre los fósiles que estudiaba y que habían sido colectados en Pubenza, un par de molares aparecieron entre los restos de los reptiles, fácilmente identificables como algo diferente y ajeno al grupo de estudio. Sin saber si hacían parte de la mandíbula o el maxilar, Jorge tenía la hipótesis que la pieza fósil podría pertenecer a un tipo de mamífero extinto, similar al Megadolodus de Colombia.

Un mamífero como primera hipótesis

El Megadolodus de Colombia sería la primera hipótesis, era un cuadrúpedo nativo de Suramérica, vagamente similar a un cerdo, con un cuerpo parecido al de las dantas o tapires actuales; una especie perteneciente al grupo de los litopternos, mamíferos herbívoros con pesuñas, exclusivamente suramericanos que habitaron el continente  hace más de 50 millones de años y que hoy están totalmente extintos.

Jorge Moreno-Bernal acertaría al considerar que el resto fósil que tenía en sus manos era de un mamífero, pero necesitaba un experto para describir a que especie pertenecían los molares que había encontrado entre restos de tortugas y cocodrilos y acercarse a su identificación. Fue entonces cuando buscó a  Catalina Suárez Gómez, doctora en ciencias naturales, geóloga e investigadora en paleontología particularmente de mamíferos fósiles sudamericanos, dedicada especialmente al estudio de los metaterios, grupo al que pertenecen los marsupiales (mamíferos que completan su desarrollo embrionario entre bolsas llamadas marsupios, como las zarigüeyas y los canguros de hoy).

Catalina Suárez Gómez, tras las huellas de una experta.

Jorge necesitaba una experta en mamíferos y en Catalina encontró el complemento. A partir de ese momento iniciaba una dupla investigativa, encontrarse para revisar las piezas (un fósil de dos molares) -para nada bien preservadas -afirma Catalina, describirla, tomar fotos, medidas, reproducir las piezas con moldes de silicona y mantenerse en la idea inicial de estar frente a un registro fósil de un mamífero, y a partir de eso empezar a explorar  los detalles haciendo un viaje por el pasado para descubrir el presente.

Solo dos molares para empezar, los restos fósiles de la Tatacoa les darían pistas.

Para empezar tuvieron que comparar los diversos grupos de fósiles que había en el país. Catalina y Jorge conocían los fósiles del desierto de la Tatacoa y con suficiente información bibliográfica ya tenían una pista para arrancar, un pedazo de maxilar y dos molares y la sospecha de estar relacionado con los megadolodus, aquellos litopternos con apariencia de cerdos, cuerpos como dantas o tapires hallados en el desierto, y averiguar todo sobre la especie solo por las características de sus dientes, muy parecidos a los que tenían entre manos.

Era el momento de avanzar y buscar un experto en este grupo suramericano extinto. Javier Gelfo, paleontólogo argentino y doctor en ciencias naturales con amplia experiencia en litopternos y otros mamíferos nativos sudamericanos, podría fácilmente identificar a qué pertenecía la pieza dental fósil que en ese momento ya habían sido identificada como parte del maxilar. Solo con verla, descartó de tajo que se trataba de un Megadolodus. Otra vez, tenían que empezar de cero.

“Javier nos llevaba una carrera por delante, era un paleontólogo con mucha más experiencia que nosotros”, afirma Catalina. Y con mucha curiosidad se unió a la investigación para intentar identificar de qué, era el fósil encontrado en Pubenza en Colombia.

Ya eran tres en el equipo investigativo, Javier, según explica Catalina, tenía sospechas de estar frente a un sirenio. Conocidos como “vacas marinas”, los sirenios son los únicos mamíferos que al tiempo que son herbívoros, son completamente acuáticos.

Con una nueva sospecha, era el momento entonces para conocer mucho más de los sirenios y empezar a buscar claves para saber la cercanía de esos dientes con los de las vacas marinas antiguas.

Jorge Moreno-Bernal explica que, “los sirenios tienen cuerpos parecidos a los de las ballenas y delfines, que son cetáceos, o a los de las focas, leones marinos y morsas, que son pinnípedos”. Todos tienen cuerpos alargados y rechonchos que terminan en colas parecidos a las sirenas que tenemos en nuestro imaginario.

Los Sirenios se parecen a las focas pero son parientes de los elefantes

Los sirenios son conocidos como “vacas marinas”, son mamíferos  herbívoros y acuáticos. Si bien hay un parecido entre cetáceos como las ballenas y pinnípedos como las focas, “los sirenios en realidad son parientes cercanos de los elefantes, cerdos hormigueros, damanes, topos dorados, y musarañas elefante, todos ellos de origen africano” según afirma Jorge Moreno-Bernal.

Los fósiles más antiguos de sirenios muestran que eran animales de 4 patas, capaces de caminar, pero adaptados a la vida en el mar. Según la evidencia que se tiene actualmente, los sirenios más antiguos habrían habitado ambientes de agua dulce, sin embargo, rápidamente se adaptaron a ambientes marinos.

Para identificar de quién podrían ser los molares y el fragmento maxilar, Catalina Suárez cuenta cómo empezaron a investigar los restos de la Tatacoa de Sirenios y se encontraron con el Potamosiren magdaleniensis, un antiguo manatí presente en esa área, una especie de manatí extinto que vivía en lo que hoy día es el departamento del Huila, entre 11.6-13.8 millones de años atrás.

“Era muy parecido, pero faltaban partes del diente que estaban rotas, las partes preservadas eran iguales pero no podíamos saber si en las partes faltantes habría algún rasgo que permitiera diferenciar que estábamos ante una nueva especie”.

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Entonces lo identificaron como:  Potamosiren cf. P. magdalenensis, “eso significa que estamos seguros de que se trata del género Potamosiren, y que por el momento podríamos estar frente a la especie de manatí, Potamosiren magdalenensis“. Pero faltaban evidencias para definir que se trataba de una nueva especie y con las similitudes de los restos hallados y comparados, esa fue la conclusión a la que llegaron en ese momento.

Catalina explica por qué al Potamosiren, se le agrega la abreviatura “cf.” que en latín significa “conferre”, cuya traducción es “comparar”.  Así identifican una especie que podría ser muy cercana al material que los paleontólogos tienen disponible y que en el futuro podría cambiar si se encuentran una pieza más completa que pueda ayudar a definir si se trata de una nueva especie o es la misma.

La importancia del fósil estaba relacionada con el hallazgo de un mamífero en la localidad de Pubenza Cundinamarca en rocas del Mioceno temprano que podrían tener de 16.6 a 17 millones de años de antigüedad. Los investigadores estaban ante el fósil más antiguo de Potamosiren encontrado en el país y uno de los registros más antiguos de las Américas.

Confirmado, es un Sirenio

Con todos los datos era importante confirmar si realmente se trataba de un Potamosiren magdaleniensis, ese antiguo manatí encontrado en el desierto de La Tatacoa. Carlos Jaramillo, uno de los investigadores en paleontología más importantes de Colombia, le recomendó a este grupo de jóvenes investigadores, acercarse al experto puertoriqueño en fósiles de sirenios, Jorge Vélez-Juarbe, un licenciado en geología de la Universidad de Puerto Rico con un Doctorado en Anatomía de la Universidad de Howard, para que él, corroborara la información.

Vélez -Juarbe conoció los detalles de la investigación, identificó con fotografías la pieza fósil y confirmó que se trataba de un sirenio, de una vaca marina del pasado, pariente de los manatíes actuales. “Lo invitamos a participar y Jorge nos confirmó la importancia del hallazgo. Fue entonces cuando le propusimos entregarle una réplica del fósil que facilitaría su estudio, y en un evento en Argentina Jorge tuvo acceso a la pieza personalmente”, afirma Catalina Suárez.

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Hacer estudios a partir de piezas fósiles de dientes, tiene enormes ventajas ; “Esa es la importancia de los dientes de los mamíferos. Si te encuentras un fragmento de hueso fósil, puede llegar a ser muy difícil estudiarlo pero si te encuentras un diente, podrías identificar una especie, estimar su masa corporal e incluso inferir acerca de  su dieta y el ambiente en el que vivía, ya que la forma de los dientes de los mamíferos es muy variable y junto con cierta evidencia física y química que queda en el esmalte de esos dientes, se obtiene  mucha información”, explica Catalina.

Y es que la forma de los dientes de un mamífero puede indicarnos que son aptos para procesar determinado tipo de alimentos. Por ejemplo, los dientes de los gatos actuales, tienen crestas filosas para cortar, los de un perro son menos afilados pero su dieta es más variada, mientras los dientes de otras especies son aptos para abrir semillas, cortar hojas o ramas.

Dientes que cuentan historias

Con la forma de un diente se infiere que alimentos consumía un animal. Con la ayuda de un microscopio se puede observar el desgaste en el esmalte de los dientes que, dependiendo del tipo de alimento que lo produce y las características del esmalte, dejará marcas con ciertos patrones que permiten identificar en mayor detalle el tipo de alimento, explica la investigadora, quien dedicó gran parte de su tesis doctoral a analizar dientes de marsupiales ya extintos.

Mientras Javier Gelfo y Catalina Suárez pudieron corregir y terminar la descripción del material, con la réplica de la pieza y las fotografías, Jorge Vélez ayudó a complementar la investigación que tendría unos años por delante para sacar conclusiones y publicar la información.

Con todos los datos, el puertorriqueño Jorge Vélez, pudo confirmar que el fósil era Potamosiren (manatí) y ahora era determinante conocer si se trataba de la misma especie o una nueva, además de poder confirmar la edad de la roca del hallazgo. Un error en la edad de la roca podría cambiar todo el rumbo de la investigación, explica Catalina, “una roca 10 millones de años más joven o más vieja, podría cambiar el enfoque”.

Jorge Moreno-Bernal asegura que, el fósil de manatí de Pubenza viene de las rocas conocidas como Formación Barzalosa, que se encuentran en el Valle Superior del Río Magdalena. “Estudios de Geólogos colombianos como Diana Ochoa del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y Felipe de La Parra del Instituto Colombiano del Petróleo, nos muestran que estas rocas se formaron entre 17.7 y 16.5 millones de años atrás, a partir de los sedimentos acumulados en el fondo de pantanos y lagos de agua dulce”.

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Con la confirmación de la especie, los investigadores hicieron su filogenia, ese árbol lleno de ramificaciones en el que se observan las relaciones entre especies. También confirmaron la edad de las rocas según los estudios más actualizados disponibles acerca de la unidad geológica donde se encontró el fósil, confirmando que efectivamente se trataba del registro más antiguo de manatí (Potamosiren) que se había encontrado.

Según Catalina, como investigadores el interés de todos no era nombrar una nueva especie, era más importante ser prudentes y con la información disponible intentar descartar primero que se tratara de la misma especie que ya se había encontrado en La Tatacoa.

“Es un error de muchos paleontólogos nombrar especies porque si, pero es un problema muy común cuando estudias especies extintas y no tienes la posibilidad de trabajar con animales que viven en la actualidad, para poder comparar”, afirma la investigadora.

Del mar al agua dulce

“La investigación permitió comparar el registro del Potamosiren hallado en Pubenza Cundinamarca con otros más antiguos que nos acercan a los manatíes de América del Sur, habitantes de un sistema de humedales conocido como Pebas” afirma Jorge Moreno-Bernal.

El sistema al que se refiere Moreno-Bernal, es un mega-pantano que existió en el oeste de la Amazonía durante el Mioceno, período de tiempo geológico que se extiende entre 23 millones y 5,3 millones de años atrás.

“El Mega-Humedal de Pebas fue un lugar excepcional para que distintos grupos de organismos de origen marino incursionaran y se adaptaran a ambientes de agua dulce y pantanosos, como por ejemplo las mantarrayas de agua dulce” asegura el geólogo y paleontólogo Jorge Vélez-Juarbe.

Muchas formas de vida que hoy están presentes en el amazonas, son descendientes de animales marinos que entraron por la conexión del Sistema Pebas con el Mar Caribe, y cuando cambiaron las condiciones se quedaron ahí, se adaptaron al agua dulce y los manatíes son un ejemplo de este fenómeno”, asegura el investigador. Entonces esos fósiles como el de Pubenza en Tocaima, representan ese acercamiento a un grupo de animales que fueron mayoritariamente marinos y que posteriormente se adaptaron al agua dulce y luego volvieron a colonizar ambientes marinos.

Pero, ¿Cómo se dio ese salto del mar al agua dulce?

Jorge Moreno-Bernal lo explica muy bien al afirmar que los manatíes más antiguos, conocidos como miosirénidos, fueron hallados en rocas de origen marino en Europa. “En algún punto estos antepasados marinos llegaron a América del Sur y colonizaron ambientes de agua dulce”. Este paso se ve justamente evidenciado en el fósil colectado que, según los estudios realizados, provenía de rocas formadas en un lago de agua dulce. Teniendo en cuenta el origen de los sirenios en ambientes de agua dulce, entonces no solo se evidencia el paso de los  manatíes a  ambientes de agua dulce, también una re invasión de los sirenios a este tipo de ambientes, y este es uno de los aspectos más importantes de la investigación resaltados por Catalina Suárez.

En aquellos tiempos, detalla Jorge Moreno-Bernal,  las cordilleras del norte de Suramérica no se habían levantado, ni aislado cuencas hidrográficas como el Orinoco o el Magdalena que hoy se hallan separadas. El “megahumedal” del sistema Pebas, ese gran pantano que ocupaba la Amazonía se conectaba también al norte con el Caribe.

“Existieron dos periodos en los que aumentó el flujo de agua de mar hacia el sistema Pebas, los manatíes probablemente ingresaron a ese “megahumedal” desde el Caribe, durante uno de estos episodios. Algo parecido ocurrió con los delfines y algunos moluscos, crustáceos, peces, y plantas” y así probablemente llegaron los manatíes del mar al agua dulce.

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Hoy, 17 millones de años después, Colombia aún conserva dos especies de manatíes, el del Caribe Trichechus manatus que ocupa la cuenta del río Magdalena y el Orinoco y el Manatí Amazónico Trichechus inunguis, presencia que se restringe a la cuenca del Amazonas en los ríos Amazonas, Putumayo, Caquetá (abajo del raudal de Córdoba) y en el bajo Apaporis, especialmente en el lago Taraira según datos de la Fundación Omacha.

Estas dos especies representan un linaje que ha vivido por millones de años en nuestro territorio. El registro fósil del Potamosiren  hallado en Pubenza, “es uno de los registros de manatíes de agua dulce más antiguos en las américas”, según Jorge Moreno-Bernal. A lo largo de millones de años, especies como el Manatí se han adaptado a los cambios que naturalmente se han generado en el planeta y hoy, la caza, los métodos de pesca insostenibles, la contaminación, la destrucción de ciénagas,  y otras presiones tienen a ambas especies  a punto de desaparecer después de 17 millones de años.

Créditos 

Fotos fósil molares manatí portada y artículo: Juan Merlano

Fotos: Catalina Suárez Gómez (Time line) /Felipe Villegas

Jorge Moreno Bernal  (Time line) /Christian Ziegler

Mapa: Caribbean Paleobiology 

Ilustraciones :La Venta Fauna, Jorge Moreno-Bernal 

Mastodonte   Julian Bayona @ Zimices 

Megadolodus Julian Bayona @Zimies 

Manatie: Tomado de wikiwand.

Apoyo técnico y científico para el artículo: Catalina Suárez Gómez y Jorge Moreno- Bernal.

Producto de Natural Press

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