Las denuncias continúan

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Tras la primera parte del “El Verdugo de la Conservación”, algunos otros profesionales que en el pasado trabajaron con Orlando Feliciano para la Fundación Bioandina Colombia quisieron aportar más testimonios, más fotografías y más evidencias documentales, de tal manera que nos vimos obligados a realizar una segunda parte de esta primera entrega ya que Las Denuncias Continúan.

Miguel* es un veterinario, que trabajó para Bioandina y que pide mantener en reserva su identidad aduciendo que “el sector es muy pequeño y no quiero que me identifiquen”, asegura que “no me consta que él desviara dineros o recibiera, porque son documentos que yo nunca vi, pero a mí sí me pidió lo del contrato, que el contrato decía una cosa pero que él necesitaba pagarle a unos trabajadores o eso es lo que me hizo ver en ese momento, decía que no había cómo pagarle a los trabajadores porque la CAR paga muy poco dinero y necesitamos sacar de ahí porque la CAR no autoriza pagar a otro personal, sólo a los profesionales, entonces del sueldo sacamos para pagarle a quienes se encargan de alimentar a los animales y hacer aseo”.

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Pese a lo que afirma Miguel* que Feliciano le presentaba como justificación para pagarle una cifra inferior, en los convenios que el reconocido conservacionista firmaba con la CAR Cundinamarca, están registrados en el cuadro de costos, los pagos de dos veterinarios, un zootecnista y un biólogo, con salarios de $3.400.000= cada uno y de otros trabajadores como dos “Auxiliar técnico” y dos “Cuidador alimentador” que superaban el millón de pesos mensuales en cada uno de los casos.

A aquellos profesionales que estuvieron dispuestos a dar sus declaraciones, nunca les pagó las sumas de dinero que estaban relacionadas en los cuadros de costos de los convenios y por consiguiente en los informes presentados para cobrar a la entidad pública los dineros del Estado. Cabe anotar que estos son documentos públicos en los que se declaraban desembolsos de dineros públicos que no coinciden con la realidad. Ninguno de los profesionales entrevistados por Natural Press pudo precisar qué destino tomaba la diferencia entre el monto declarado y el monto pagado.

Las denuncias continúan, no sólo en el aspecto financiero se presentaron irregularidades, según explica Miguel*, los pequeños oseznos que Corpoamazonía entregó a Feliciano hace más de seis años, crecieron en la casa del veterinario sobre pasto sintético, en permanente contacto con los humanos hasta que se hicieron más grandes. A pesar de haber permanecido durante varios años en Mesitas del Colegio, jurisdicción de la CAR Cundinamarca, “esta autoridad ambiental no tuvo conocimiento de la presencia de esos osos en este Centro de Recepción”, según lo afirmó Carlos Antonio Bello, director de Evaluación Seguimiento y Control Ambiental de la entidad.

Respecto a los dos oseznos provenientes del Putumayo, los animales, eran como un tesoro para Orlando Feliciano. “Esos cachorros de osos estuvieron muy bien cuidados, tenían sólo dos meses pero se hacía todo para darles lo mejor, incluso, la mayoría de nuestro tiempo lo invertíamos alimentado los animales cada dos y tres horas y nos quitaban el tiempo para atender a los demás, pero para Orlando –  asegura el veterinario – el resto de los animales no tenían la misma importancia”, concluye.

El tiempo pasó y los osos crecieron, fue necesario trasladarlos de las instalaciones de Mesitas del Colegio a las de Guasca Cundinamarca. Se desconoce si ese traslado cumplió con los requisitos que la ley exige o si se realizó de forma irregular, pues la CAR Cundinamarca no pudo haber expedido un salvoconducto de traslado de unos animales cuya existencia en su jurisdicción desconocía.

Al crecer los osos en Guasca, se construyó un recinto con dos espacios separados por una malla eslabonada y comunicados entre sí por una puerta con sistema de “guillotina” cuyo propósito era permitir el tránsito de los animales entre los dos espacios a voluntad de los cuidadores. Así, mientras los osos permanecieran en uno de los espacios, los cuidadores y profesionales podrían entrar al otro para realizar labores de aseo y enriquecimiento ambiental entre otros.

“Eso tiene sentido, lo que no tiene sentido es que en un proceso de rehabilitación un animal esté en contacto tan cercano con los humanos” afirma Paula Moreno Mechán, veterinaria que trabajó para la Fundación Bioandina. Tampoco parecía tener sentido alguno que la guillotina no tuviera ningún tipo de pestillo o pasador para asegurarla e impedir que los osos la levantaran y se pasaran de un recinto a otro, según lo narra la veterinaria.

Ataque de Oso Andino

Según Moreno Merchán, el oso macho aprendió rápidamente a levantar la guillotina, “lo primero que uno tenía que hacer era mandarse como un loco, mientras una persona los distraía con concentrado, rápidamente otra persona con una cadena, amarraba la guillotina”.

“Hubo una ocasión en la que a una pasante, el macho le alcanzó a rasgar la pierna, le rasgó el uniforme, afortunadamente no fue para nada profundo. Muchas veces le dijimos a Orlando, que lo arreglara, que iba a pasar una tragedia y nunca lo hizo, hasta cuando no me lo aguanté más y yo salí” concluye Marcela*.

Medicamentos y sedación

Respecto a los medicamentos, Paula Moreno asegura que “había medicamentos vencidos, de 100% de los medicamentos, el 70% estaban vencidos, yo una vez me tomé la labor de retirar todos los medicamentos que no servían y cuando regresé a Guasca, los habían vuelto a meter en el estante”.

Por su parte Miguel*, el veterinario que trabajó en Mesitas en el año 2014 asegura lo mismo y afirma que había “sólo un tipo de antibiótico inyectable y uno oral, nada para la necesidad de todos los animales del Centro”.

La veterinaria Paula Moreno, recuerda la ocasión en la que una osa iba a ser liberada, se sedó el animal, pero ya en el lugar de liberación se percataron que a Feliciano se le había olvidado el collar y como consecuencia de ello debieron esperar a que se le pasara el efecto de la anestesia a quien no pudo ver la libertad aquel día para ese animal que no pudo ver la libertad ese día gracias al descuido del Conservacionista.

Encierros en el CREAM de Guasca

En otra ocasión, Marcela* relata que “una vez que teníamos sedado el animal, le tomamos muestra de sangre, pero sin realizar una desinfección adecuada, en medio del lodazal, es de las peores cosas que he visto en mi vida, los protocolos de seguridad eran realmente muy pobres desde todo punto de vista”. Complementa la veterinaria que “ese día se puso un collar que, seguramente él (Orlando Feliciano) midió mal o apretó mal, porque a los dos días el oso ya se había quitado el collar”, fracaso total.

“En Guasca no había una clínica o una zona para hacerle tratamientos a los animales, lo que se utilizaba era un auditorio frío, sucio, lleno de cachivaches para mantener a los animales allí hospitalizados”, complementa la médico veterinaria Paula Moreno.

Hoy en día, el auditorio es un lugar que está en mejor estado según lo muestran los registros de video y fotografía, pero no es una sala de atención de animales,  el CREAM carece de una clínica, sitio de hospitalización, cuarentena, sala de cirugía y todo lo que exige la Resolución 2064 de 2010, pero funcionaba como tal hasta finales del 2020, con el visto bueno de la autoridad ambiental Corpoguavio.

La alimentación de los animales

Las denuncias continúan y esta vez en referencia a la alimentación que recibían los animales y por la cual, las instituciones pagaron durante años importantes cifras de dineros del Estado colombiano. “En Guasca, Orlando tenía muchos perros y ellos permanecían sueltos, allá también escaseaba la comida, llevaba un bulto, como para 15 perros cada mes, eso no alcanzaba, entonces los perros tenían que salir a buscar comida.”, narra Paula Moreno.

El fenómeno de los perros ferales o asilvestrados se constituye en un grave problema que pone en jaque la fauna silvestre en muchos lugares de Colombia y se origina por el abandono de mascotas o el poco cuidado con ellas en zonas, tanto urbanas, como rurales. Los perros recobran, como consecuencia del hambre, sus instintos de caza y recuerdan fácilmente a sus ancestros lupinos, salen en jaurías a cazar y sacian su apetito con diferentes presas de la vida silvestre.

“El fenómeno de los perros ferales o asilvestrados se constituye en un grave problema que pone en jaque la fauna silvestre en muchos lugares de Colombia y se origina por el abandono de mascotas o el poco cuidado con ellas en zonas, tanto urbanas, como rurales. Los perros recobran, como consecuencia del hambre, sus instintos de caza y recuerdan fácilmente a sus ancestros lupinos, salen en jaurías a cazar y sacian su apetito con diferentes presas de la vida silvestre.”

Perros Cazadores

Paula asegura que “los perros regresaban en ocasiones con cabezas de venados y ¿quién se supone que es el que cuida los venados en Guasca?. Se le informó (a Feliciano) y sólo decía que posiblemente habían encontrado muerto al venado”.

Marcela*, a su vez se pregunta “si son osos que van para rehabilitación, ¿cómo es que la dieta principal de esos animales era sopa de avena?, cuando les servían, por el mismo hecho de no tener una zona de manejo, lo que se hacía era servir siempre sobre unos tarros plásticos, eran como cantinas de las que se usan para la gasolina o unas bateas metálicas que nunca se lavaban y estaban llenas de hongos, los trabajadores lo que tenían que hacer era voltear la avena encima de cualquier tipo de porquería”.

“Lo que utilizaban los trabajadores para limpiar los comederos era un palo con una esponjilla en la punta y por los agujeros de la malla trataban de limpiar lo que pudieran, porque ¿quién se le va a meter a un oso para hacerle aseo?”, narra la veterinaria.

Posteriormente, Feliciano contrató un zootecnista y Marcela* afirma que él procuró mejorar la situación, pues “la dieta de esos osos, básicamente era frutas y avena, cuando llegó el zootecnista conceptuó que la dieta estaba muy mal diseñada, no estaban recibiendo proteína, se le empezó a aumentar el nivel de concentrado de perro y huevo”.

El caso de los grandes carnívoros era dramático en la época en la que esta veterinaria, que ha pedido mantener su nombre en reserva, trabajó para Bioandina. “Reitero lo dicho por la bióloga Paola Gómez, los carnívoros sólo se alimentaban de vísceras (de pollo), el proveedor sabía que con Orlando podía hacer esos ‘chuecos’, llegaban vísceras con un olor espantoso, en un estado de descomposición terrible y cuando yo les hice el reclamo, fue terrible porque perdimos el proveedor. Una vez nos llegó el proveedor de Guasca al CAV de Mesitas con una cantidad de zanahorias en alto estado de descomposición, yo le tomé fotos y se las pasé a Orlando, pensando que él iba a hacer el reclamo y que el señor iba a llevar un mercado apto para los animales”, tristemente no fue así.

“Esa semana nos tocó cortar lo que estaba dañado, aprovechar lo poco que estaba bueno, para ofrecérselo a los animales”, complementa la veterinaria Paula Moreno.

El Manejo anti-técnico y Hueco para alimentar Osos

Según Diana Buitrago veterinaria que trabajó en el año 2017 sólo 20 días en el lugar haciendo un reemplazo, afirma que los animales se les hacía aseo una vez a la semana, se les llevaba un balde de comida para cada uno y proteína. “Pero lo triste, es que los alimentábamos por un hueco por donde se pasaban los trozos de fruta entonces ellos se acercaban a recibir la comida. Se nota que los criaron como bebés porque a la hembra le encantaba que la sobaran por la malla”.

Según Diana Buitrago veterinaria que trabajó en el año 2017 sólo 20 días en el lugar haciendo un reemplazo, afirma que los animales se les hacía aseo una vez a la semana, se les llevaba un balde de comida para cada uno y proteína. “Pero lo triste, es que los alimentábamos por un hueco por donde se pasaban los trozos de fruta entonces ellos se acercaban a recibir la comida. Se nota que los criaron como bebés porque a la hembra le encantaba que la sobaran por la malla”.

“La comida llegaba solo una vez a la semana pero en una semana la variedad, cantidad y calidad se deterioraba. No había un lugar para refrigerar la comida así que la mantenía en una alacena y nunca vi a Orlando Feliciano en el tiempo que estuve en el lugar”, afirma Diana Buitrago, otra de las veterinarias que trabajó para Bioandina.

Para Diana la experiencia fue triste y entre lágrimas manifiesta, “me marcó mucho, el lugar, el estado de los animales era algo traumático, las condiciones eran tan horribles, tampoco las condiciones laborales eran buenas y sentía que no podía hacer ningún cambio. Que los animales estén en malas condiciones en este país se vuelve paisaje, la gente los ve allí parados y creen que están bien, cuando en realidad es que están muertos en vida”.

“Me ofrecieron quedarme y rechacé la propuesta, yo supe lo que NO quería hacer en la vida, estando allá” dice sollozando.

Frente a todas las denuncias presentadas en esta investigación, el conservacionista Francisco Ciri considera que “si Orlando es responsable de todo lo que en este medio se ha dicho, el mayor porcentaje de responsabilidad está en las Instituciones que no han sabido cumplir con su compromiso misional y no han aportado los recursos ni han hecho los seguimientos requeridos, deshaciéndose de los ejemplares decomisados para que un tercero se haga cargo de ellos, sabiendo que mantener a un ejemplar en cautiverio, en buenas condiciones, cuesta dinero y que además, aunque los tenga un tercero, deben velar por su bienestar tal y como los obliga la Ley”.

Natural Press tuvo acceso a documentos que demuestran que Orlando Feliciano manifestó a diferentes autoridades ambientales que Bioandina asumiría la crianza de los animales y aportaría el costo de personal, equipo, materiales, infraestructura y áreas de manejo. Suscribió sendos documentos con el propósito de persuadir a las entidades del Estado de entregarle los individuos de fauna silvestre. Incluso en la propuesta enviada a Corpoamazonía se aprecia que firma como si hubiera obtenido un PhD., pero la realidad es que el famoso veterinario y conservacionista nunca obtuvo ni siquiera la Candidatura a ser Doctorado.

Denunias por las condiciones del “Santuario”

Para la totalidad de los biólogos y veterinarios entrevistados, los recintos de los animales no tenían las características necesarias para que los osos tuvieran las mínimas condiciones de bienestar.

En contradicción con los conceptos técnicos emitidos por la totalidad de los profesionales de la biología y la veterinaria entrevistado por Natural Press, Juan Carlos Isaza, directivo de la Fundación Natibo y quien se presenta como amigo personal de Orlando Feliciano, manifiesta que las condiciones de los animales no son malas y que hablar de “dignidad animal” no tiene sentido, pues “la dignidad es algo excepcionalmente relacionado con los seres humanos”.

Una fuente más y las denuncias continúan. La veterinaria Johana Zambrano quien realizó prácticas en el lugar en el año 2012, explica que siempre tuvo en su cabeza que los animales iban a ser liberados y que los encierros eran temporales, “siempre nos vendieron la idea que se estaban construyendo unos encierros mejores pero a largo plazo los encierros que tenían, eran muy pequeños para un animal de ese tamaño”, refiriéndose a los osos que estaban en Guasca.

Un documento titulado “Guía para el Mantenimiento de Osos Andinos en Cautiverio”, elaborado y firmado por algunos de los más prestigiosos investigadores científicos de diversos países del mundo, señala con claridad cuáles son los mínimos requeridos para brindar condiciones idóneas a los animales.

Guía para el Manejo de Osos Andinos en Cautiverio

Según los informes entregados por la autoridad ambiental en los que se informan las dimensiones y condiciones de los encierros, Bioandina no cumple con las condiciones mínimas para garantizar el bienestar de los osos andinos mantenidos en cautividad durante muchos años atrás.

Y agrega que “el bienestar animal tiene cinco condiciones y era claro que allá, no se cumplían. Un animal debe estar libre de dolor, de miedo, libre de enfermedad, de expresar su comportamiento natural, libre de hambre y sed y esas condiciones no se estaban respetando en ese lugar”. Según las observaciones de Zambrano, mientras ella estuvo allí, “los osos no tenían un lugar dentro del encierro donde pudieran mantenerse secos, estaban todo el tiempo en medio de la humedad, ellos tenían movimientos estereotipados y repetitivos”.

“Era evidente ver dentro de los recintos las pisadas de los animales por el mismo sitio, sus recorridos estaban marcados y eso era una muestra de un comportamiento aberrante, repetitivo, que demostraba que no se estaban respetando las libertades de los animales y que no les hacía enriquecimiento para mejorar esas condiciones” concluye Johana Zambrano.

Pero no sólo Johana era crítica de las condiciones de los animales en Guasca, Marcela* le contó a Natural Press las dificultades que tenían para limpiar los encierros de los animales, más aún, “teniendo en cuenta el peligro que representaba enfrentarse a las casi inexistentes medidas de seguridad. Hacer el aseo de los osos era una labor que sólo se podía llevar a cabo una vez a la semana, nos bajábamos tres o cuatro personas, ya te imaginarás la cantidad de heces que se acumulaban de dos osos en unos recintos de aproximadamente tres metros cuadrados, eran montañas de materia fecal”, narra la veterinaria refiriéndose a los osos que estuvieron en Mesitas del Colegio. Esa información la confirma Diana Buitrago. Lo que indica que las condiciones de los animales no cambiaban transcurrido el tiempo en el que diferentes profesionales pasaron por los establecimientos de la Fundación Bioandina Colombia.

Muy pobres

“El recinto era pequeño para dos osos, cuando llegué eran aparentemente juveniles, el lugar tenía un área de manejo pequeña y el resto del sitio era sucio y lleno de heces, tenía madera inmunizada en el piso y entre la madera se metía el alimento y las heces de los animales, los osos caminaban entre sus propias heces y la comida, era muy difícil asear el lugar”, afirma la veterinaria Diana Buitrago, quien confirma que los recintos de los animales los limpiaban sólo una vez a la semana.

“El sitio no tenía pileta de agua para que los animales se bañaran como es usual y un requerimiento de bienestar para ellos, pero los trabajadores les ponían agua como en forma de rocío”, según explica la veterinaria Diana Buitrago y agrega que “afortunadamente no tenían pileta porque no imagino como sería el estado del sitio sin drenajes”.

Al parecer la situación no ha cambiado mucho en el tiempo y las denuncias continúan, pero la autoridad ambiental dice lo contrario sobre las condiciones actuales. En entrevista concedida a Natural Press el director de Corpoguavio, Marcos Manuel Urquijo, manifestó que los recintos para los osos en Guasca, cumplían con todos los requisitos. “Técnicamente las condiciones de rehabilitación y mantenimiento sobre las cuales funciona Bioandina, son las necesarias para los que los animales tengan el fundamento de lo que corresponde al tema de su rehabilitación”.

Sin embargo, cuando le preguntamos sobre cuáles eran esas condiciones, Urquijo afirmó, “yo no te puedo decir en este momento cuáles son las características físicas del área sobre las cuales tiene el encerramiento en este momento Feliciano, pero pueden ser unas condiciones, por lo último que revisé del Santuario del Oso de alrededor de media hectárea por animal (5.000 metros cuadrados)”.

En realidad el encierro más grande a la fecha de esta publicación, tiene sólo la mitad de lo manifestado por el funcionario y el más pequeño no llega a una décima parte de lo que el director de la autoridad ambiental calcula. Lo anterior, según datos consignados en el informe técnico que la misma entidad remitió a Natural Press tras la solicitud del mismo.

Un potrero con malla

El recinto más grande del santuario tiene 2.600 m2 y ahí permanecen cuatro osos, dos hembras y dos machos, según informe de Corpoguavio.

La autoridad ambiental afirma que “el encierro más grande tiene sustrato natural, pero que puede evidenciarse desgaste, hay rocas y zonas de descanso y hay un par de troncos utilizados como rascaderos que ya se encuentran con desgaste”.

Otros encierros para osos tienen 200, 50 y 60 metros y es usual ver a estos animales caminar entre el lodo y las montañas de sus propias heces porque carecen de las condiciones de drenaje tal y como lo establece la normatividad nacional de manejo de los CAVR y como lo recomiendan las guías del manejo de animales en cautividad. Tampoco cuentan con un área de manejo para acceder a los recintos con las mínimas garantías de seguridad para adelantar las labores de aseo con periodicidad diaria.

Las características de los encierros, que deberían ser temporales si en realidad se tratara de procesos de rehabilitación, están lejos de lo que recomiendan expertos internacionales debe tener un lugar propicio para animales que se están preparando para la vida silvestre. Las denuncias continúan porque hay osos que llevan más de 10 años en cautiverio y a pesar del largo periodo de privación de la libertad, no cuentan con instalaciones, alimentación, atención y mucho menos enriquecimiento ambiental que propicie un entorno más acorde con los mínimos requeridos para su bienestar.

Un ejemplo de recintos que le entregan a los animales las condiciones ideales son los del Santuario Senda Verde en Bolivia referido por Armando Castellanos.

Una experta en Bienestar

Al ser evidente que las denuncias continúan respecto al bienestar que se les brinda a los animales, por parte de la Fundación Bioandina Colombia, Natural Press quiso consultar a una de las expertas más reconocidas en el continente en temas de salud y bienestar de animales en cautiverio. Juliana Peña Stadlin, es médica veterinaria y ha sido por más de 15 años, la Jefe del Área de Salud Animal del zoológico de Cali, ella manifiesta que “el bienestar de los animales se reduce a la capacidad de elección que tengan en el espacio que se les asigne”.

Peña Stadlin asegura que se puede tener un oso “en 100 metros, que es el espacio mínimo que se requiere, pero, si ese lugar tiene refugio, un lugar para treparse, un sitio en altura para que ellos hagan nidos, si entra sol o hay un lugar con sombra para ellos, hay una piscina, teniendo en cuenta lo importante que para los osos es el agua, básicamente todo ese tipo de cosas responden a las condiciones que debe tener un animal en cautividad y que le garantizan bienestar. Pero si un encierro es más pequeño que el tamaño mínimo que se exige y no responde a las necesidades, fácilmente puede evaluarse el bienestar del animal”, afirmó la veterinaria.

Y agregó que “básicamente cuando un animal llega a un centro de recepción, lo primero que hay que tener claridad es lo que va a pasar con el animal y cuando está claro que no podrá ser liberado a la vida silvestre, las condiciones en el lugar que se le asigne deben ser las mejores porque tendrá que vivir toda la vida confinado a un sitio o también de acuerdo a sus habilidades se podrá considerar que el animal viva en semicautiverio”.

“La semicautividad – explica la veterinaria – es una condición que le permite al animal vivir en una reserva privada cerrada pero con condiciones idóneas para que el animal se alimente en libertad y pueda estar como en la vida silvestre pero restringido a un espacio cerrado”.

Guía para el manejo de osos

La guía para el manejo de osos en cautiverio asegura que los animales deben tener áreas secas para protegerse, cobijo de un árbol que también les sirva para trepar y desarrollar esas habilidades Y estantes de madera para cada animal y que de esa forma pueden dormir independientemente.

Además, la guía para el manejo de osos en cautiverio asegura que es necesario un acondicionamiento de los espacios porque los animales sufren de estrés al no contar con las condiciones. Agregar a los encierros elementos naturales con los que los animales puedan interactuar, cambio en las rutinas de alimentación, entre muchas otras estrategias para mantener a los animales ocupados evitando comportamientos estereotipados, repetitivos o anormales.

Pero las condiciones de un animal que será devuelto a la vida silvestre tiene aún más exigencias. El científico investigador ecuatoriano y uno de los más reconocidos expertos en osos andinos, Armando Castellanos, considera  que un encierro debe tener lo que un oso puede encontrar afuera, vegetación natural parecida a la del lugar donde lo van a liberar para que pueda comer lo que el encierro le provee y sea lo mismo que encuentra afuera, árboles, pozos de agua, plataformas. “Lo ideal sería construir el encierro en el sitio en el que se va a liberar el animal para sólo tener que abrir la puerta y que salga”.

La idea no es estar por siempre entre las rejas

Castellanos no considera como una opción tener encierros permanentes cuando se tienen planes de liberación para los animales, “lo importante es tener encierros temporales, no hoteles para osos. Siempre que hacíamos un encierro de rehabilitación, pensábamos en algo que sirviera para el corto tiempo en que el animal estaría ahí porque nuestro fin siempre era liberarlos”.

El veterinario y conservacionista sueña con tener 15 encierros de 150 millones de pesos cada uno para ampliar la capacidad de alojamiento y seguir recepcionando osos. Lo que se desconoce es el propósito de esta multimillonaria inversión, pues los individuos que actualmente permanecen en cautividad no tienen plan alguno de rehabilitación conocido y durante todos estos años no se han registrado procesos de liberación exitosos.

Para el veterinario los millonarios encierros le permitirían hacer un sistema de rotación, lo que en el ganado bovino se conoce como rotación de potreros a través del “Pastoreo Racional Voisin”, el conservacionista quisiera ponerlo en práctica con la rotación de encierros para los osos. A pesar de que desactivó la página de donaciones, Natural Press alcanzó a tomar esta imagen antes de que desapareciera en la que fija como meta recaudar $2.250.000.000=.

Mientras las denuncias continúan, hay numerosos testimonios de funcionarios del estado que desaprueban las labores que realizan las instituciones para las cuales trabajan, en referencia al manejo, atención y libertades que se han otorgado a Feliciano y a la Fundación Bioandina que hasta la fecha ha obrado como una rueda suelta en la conservación del oso de anteojos sin seguimiento, control, vigilancia ni supervisión efectiva por parte de las autoridades ambientales a cargo.

Seguramente las entidades de control  del estado tendrán que poner la lupa sobre lo denunciado a lo largo de esta investigación para resolver la situación en beneficio de la fauna silvestre de Colombia como parte de su patrimonio natural y garante del bienestar social, económico, cultural y ambiental de la totalidad de los habitantes de un territorio megadiverso.

Lo cierto es que al menos algunas de las instituciones han despertado y han actuado con determinación para cumplir con sus obligación legales gracias a esta publicación titulada, las denuncias continúan. Tal es el caso de autoridades ambientales que abiertamente reconocieron no haber tenido noticias de la existencia de osos de su jurisdicción en manos del “Coleccionista de Osos”.

Para el veterinario los millonarios encierros le permitirían hacer un sistema de rotación, se podría decir que innovaría con un sistema utilizado con bovinos, pero en osos.

Muchas dudas quedan por resolverse, muchos testimonios de funcionarios del estado que desaprueban lo que las instituciones para las que trabajan, tiene como política al evadir responsabilidades legales, otros tantos testimonios que se perdieron por sugerencias inadecuadas y por miedo a represalias en un país en el que denunciar es un  peligro.

Seguramente las entidades competentes tendrán que poner la lupa sobre lo denunciado a lo largo de esta investigación para resolver la situación en beneficio de la fauna silvestre de Colombia como parte de su patrimonio natural y garante del bienestar social, económico, cultural y ambiental de la totalidad de los habitantes de un territorio megadiverso.

Lo cierto es que al menos algunas de las instituciones han despertado a su obligación constitucional gracias a esta publicación titulada, “El Coleccionista de Osos”.

¿Y la CAR Cundinamarca?

La CAR Cundinamarca fue uno de los grandes aportantes en recursos públicos para que la Fundación Bioandina rehabilitara los ejemplares de las distintas especies de fauna silvestre en sus Centros de Recepción y Valoración, le entregó más de 3.000 millones de pesos. Natural Press cuestionó a esa autoridad regional por no haberse percatado antes sobre las deficientes condiciones a las cuales estaban sometidos estos animales.

Carlos Antonio Bello, director de Evaluación, Seguimiento y Control Ambiental de la CAR Cundinamarca, respondió que “hasta que se pudieron evidenciar y tipificar las irregularidades en la atención de los animales se inició el proceso acelerado de la construcción del CAVR propio y en el 2017 lo primero que hacemos es sustraer algunos animales y de una vez”.

Y agrega el funcionario que “incluso sin terminar el CVR preferimos trasladar algunos de los animales, sólo con unos encierros iniciales tomamos la decisión de empezar y posteriormente se inauguró el Centro de Recepción, Valoración y Rehabilitación de la CAR en el 2019”.

Natural Press conoció que desde hace algunos años atrás, incluso desde administraciones anteriores a la inmediatamente pasada, que tomó la decisión de construir el CAV, se venían realizando llamados de atención sobre el mal estado de los encierros y de los animales por parte de uno de los miembros del Consejo Directivo de la CAR, máximo órgano administrativo de la entidad.

El consejero Andrés Iván Garzón, representante de las ONG’s concedió una amplia entrevista a Natural Press en la que afirmó que “siempre los denuncié en consejo directivo de la CAR y lo único que logré es que ese señor (Orlando Feliciano) me mandara una razón con el director de la época, que me iba a denunciar por calumnia, mi respuesta fue sencillamente que me denunciara, nunca lo hizo, pero yo me mantengo en decir que lo que yo sé es que allá maltrataban los animales, los vecinos lo saben e incuso los mismos empleados de él están que hablan, pero tienen miedo de hacerlo”.

La cronología de las denuncias elevadas por el consejero Andrés Iván Garzón, según su testimonio “inicia cuando denunció por primera vez en la época de Gloria Lucía Álvarez Pinzón, luego vino Édgar Bejarano, luego Alfred Ballesteros, ninguno me atendió la denuncia, porque este tipo Feliciano se camufla muy bien en ser científico y ambientalista y va de coctel en coctel”. Sin duda los contactos y amistades con funcionarios de alto nivel en el sector ambiental lo pudo corroborar Natural Press al haber recibido intimidaciones por parte de un alto funcionario del gobierno nacional, en defensa de Feliciano, por la elaboración de la presente investigación, ya que las denuncias continúan.

Lo que se percibe con esta situación es el desorden institucional, la carencia de seguimiento y control por parte de las autoridades ambientales y se desconoce por completo si está falta de supervisión y vigilancia se deba a incompetencia de funcionarios o a complicidad u omisiones de su responsabilidad de exigir resultados e informes precisos, como lo ordena la ley, a entidades reguladas como la Fundación Bioandina.

“Nueve osos andinos fueron entregados a la Fundación Bionadina con promesas de rehabilitación y liberación y sólo uno de ellos para cuidado permanente. Esta investigación revela las precarias condiciones en las que fueron encontrados los animales, el abandono de las autoridades ambientales y el encierro de animales que llevan hasta 17 años en cautiverio y sin justificación, nunca volvieron a la vida silvestre. Esta es la historia de un” Coleccionista de Osos”.

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