¿Por qué seres humanos y animales estamos en conflicto?

[vc_row][vc_column][social_buttons style=””][vc_column_text text_larger=”no”]Un Futuro para Todos, el nuevo informe de WWF y el Programa de las Naciones Unidas, para el Medio Ambiente, revela la ruptura de la relación entre seres humanos y animales y hace un llamado a la adopción de enfoques que aborden las causas más profundas y subyacentes del conflicto, al tiempo que se desarrollen soluciones sistémicas.

El Estudio asegura que el conflicto entre los humanos y la vida silvestre, es una de las principales amenazas para la supervivencia a largo plazo de muchas de las especies emblemáticas del planeta.

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Las cifras que arroja el informe, aseguran que de 260 especies que han tenido interacciones negativas con los seres humanos 53 se encuentran amenazadas.

Lo anterior permite concluir la ruptura entre la forma en la que interactúan los seres humanos con el ambiente llevando a las especies al límite por la creciente demanda de espacio y recursos para actividades humanas, la cacería en defensa propia o por retaliación al invadir espacios naturales que están al paso de las especies silvestres, exponiéndolas a que consuman los animales de cría o productos que integran las economías humanas.

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El informe Un futuro destaca que a nivel mundial, las muertes relacionadas con la interacción entre la fauna y los seres humanos, afectan a más del 75% de las especies de felinos silvestres del mundo, así como a muchas otras especies de carnívoros terrestres y marinos, como osos polares y a grandes herbívoros como los elefantes.

En Colombia en los últimos meses se han reportado conflictos con osos andinos en varias regiones del país, y se han hecho visibles la muerte de grandes felinos y de especies carroñeras como el cóndor andino.  Tres ejemplares de esta especie murieron en el departamento de Santander envenenados por campesinos en un hecho que reveló un conflicto entre comunidades, pumas y cóndores. La última es una especie críticamente amenazada en Colombia y de la que solo queda un promedio de 70 individuos de la especie en el país.

 

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_media_grid grid_id=”vc_gid:1625782241967-e238e9e3-11c9-2″ include=”8539,8540,8541″][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]“Los conflictos entre seres humanos y la vida silvestre, en combinación con otras amenazas, han provocado una disminución considerable de especies que antes eran abundantes, y las que naturalmente son menos abundantes se encuentran al borde de la extinción. De no tomarse medidas urgentes, esta tendencia devastadora no hará más que empeorar, causando impactos perjudiciales y, en algunos casos, irreversibles, en los ecosistemas, la biodiversidad y la humanidad”, advirtió Margaret Kinnaird, líder de la Práctica de Vida Silvestre de WWF Internacional.

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Según el informe, que contó con los aportes de 155 expertos de 40 organizaciones con sede en 27 países, el conflicto es también un problema humanitario y de desarrollo que afecta los ingresos de agricultores, pastores, pescadores artesanales y pueblos indígenas, sobre todo a los que viven en la pobreza. Además, interfiere en el acceso al agua de las comunidades que compiten con la vida silvestre por las fuentes de este líquido y fomenta la desigualdad, ya que quienes pagan el precio de vivir cerca de la fauna rara vez reciben los beneficios de la coexistencia.

 Coexistir si es posible

Si bien no es posible erradicar por completo el conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre, los enfoques integrados y bien planeados para manejarlo pueden contribuir a su reducción y conducir a una forma de coexistencia, resalta el informe. Tales enfoques requieren un trabajo de prevención, mitigación, respuesta, investigación y seguimiento, todo ello respaldado por un fuerte apoyo político y la participación de las comunidades locales.

El informe da a conocer varios proyectos exitosos a nivel mundial que ha permitido mejorar la relación entre las poblaciones humanas y la fauna.

Dos casos en Latinoamérica muestran el cambio en la relación y el proceso de cierre de la brecha relacional entre humanos y depredadores como el jaguar.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_single_image image=”8542″ img_size=”large” add_caption=”yes” alignment=”center” parallax_scroll=”no”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text text_larger=”no”]

Corredor Jaguar

El manejo del conflicto entre ganaderos y jaguares en 71 fincas modelo que cubren más de 220,000 hectáreas, ubicados en corredores clave de Colombia, Costa Rica, Bolivia y Brasil, en donde organizaciones como Panthera han trabajado con comunidades y productores para reducir la depredación de estos felinos.

El conflicto de las comunidades con los jaguares está relacionado con la invasión de espacios naturales del jaguar. La expansión de la frontera agrícola y ganadera le corre la cerca a los animales silvestres que cada ven más limitado su espacio natural o hábitat.

Cuando las fincas en las que se cría ganado están en el paso de los antiguos espacios naturales del jaguar o en su ruta, además de la caza de las presas del jaguar generando una competencia entre humanos y depredadores por las presas, y la pérdida de bosque que limita que el jaguar encuentre presas en su hábitat natural, genera que los jaguares encuentren en medio del camino presas fáciles como el ganado para alimentarse. La muerte de ganado genera conflictos entre ganaderos y el jaguar.

Con el proyecto de la organización Pantera, los ganaderos se comprometieron a no cazar por retaliación, cero deforestación y cero caza de presas del jaguar. Además, se probaron medidas de prevención y mitigación, y se monitorearon los esfuerzos a largo plazo.

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Las diversas medidas implementadas como manejo de crías, recintos nocturnos para el ganado, animales de guardia, cercos eléctricos, y la disminución en la caza de presas demostraron ser altamente exitosas: la depredación en los ranchos se redujo 90% y en muchos casos no ha habido pérdida de jaguares.

El informe resalta la importancia de las percepciones culturales, sociales y geográficas que llevan a que las relaciones con la vida silvestre sean o no conflictivas. Aunque generalmente las poblaciones rurales son las que tienen mayor conflicto con la vida silvestre, algunas poblaciones como las comunidades indígenas mantienen desde siempre relaciones recíprocamente favorables con la naturaleza y los ecosistemas que los rodean.

Tal es el caso de la comunidad indígena Murui-Muina, ubicada en el resguardo Indígena Predio Putumayo (Amazonas, Colombia), donde la comunidad ha convivido durante décadas con el jaguar, el máximo depredador de la región. “Para estas comunidades indígenas, el jaguar, las boas, las dantas, entre otras especies emblemáticas, no son solamente animales. Son otros iguales con los que se deben relacionar y generar acuerdos sociales para convivir. Para estas comunidades, vivir en medio de la naturaleza significa relacionarse con ella, viéndola, no como algo que se puede poseer, sino como alguien con quien se deben generar relaciones que beneficien a ambas partes. De allí parte su éxito para mantener preservados sus territorios” explica Jaime Cabrera, Especialista en monitoreo comunitario de WWF Colombia.

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