El verdugo de la conservación en Colombia

Durante más de 20 años, Bionadina Colombia fue una de las organizaciones conservacionistas más reconocidas del país como una la Fundación que trabaja en favor de la protección de la fauna colombiana. A pesar de su renombre, numerosas denuncias pusieron en evidencia el maltrato y la muerte de ejemplares de fauna silvestre en cuestionables circunstancias a esta organización que manejó cuantiosos recursos públicos liderada por el reconocido veterinario Orlando Feliciano, El verdugo de la conservación en Colombia.

Son más de 30 años de experiencia los que acreditan el trabajo de este veterinario, un conservacionista reconocido por ser el líder en Colombia de la protección de dos especies emblemáticas para el país, el Cóndor Andino (Vultur gryphus) y el Oso de Anteojos (Tremarctos ornatus). Además de haber sido destacado como un “Titán de la Protección Ambiental” y un “Héroe al Rescate Animal” por la Fundación Natibo, realizadora de documentales destinados a resaltar el trabajo de diversas personas dedicadas a la conservación en Colombia.

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Orlando Feliciano se inició en el mundo de la conservación en 1989 como voluntario del Programa de Conservación del Cóndor de los Andes en Colombia, un proyecto de repoblamiento de la especie con animales nacidos en cautiverio en el zoológico de San Diego, California, en los Estados Unidos y liberados en los Andes Colombianos. Fueron en total 71 cóndores liberados en el país, acciones de conservación que le dieron un enorme prestigio profesional.

Su trabajo le permitió coordinar por una década el Programa para la Conservación del Cóndor Andino con la Fundación Renacer y años más tarde su experticia lo llevó a trabajar con la especie en Ecuador y Venezuela, aportar sus conocimientos en el Zoológico de San Diego con el Cóndor Californiano (Gymnogyps californianus) y a participar en el programa de conservación del buitre en Francia, según el mismo veterinario lo ha dado conocer.

En el año 2002, Orlando Feliciano fundó BioAndina Colombia, una organización homónima de BioAndina Argentina dirigida por Luís Jácome, un reconocido conservacionista con enorme prestigio internacional gracias al Programa de Conservación del Cóndor Andino en su país. Orlando Feliciano continuó el tránsito por la conservación del cóndor con el aporte de dineros públicos de varias Corporaciones Autónomas Regionales y así fue ampliando su espectro en la preservación de otras especies como el Oso de Anteojos entre otras.

La realización de convenios interinstitucionales entre Bioandina Colombia y entidades del sector ambiental le permitieron manejar cuantiosas sumas de dineros públicos para  la atención de los animales entregados al médico veterinario por las Corporaciones Autónomas Regionales bajo la premisa de su experiencia y la presunción de buen manejo de la fauna con el fin de rehabilitar y liberar a la vida silvestre los animales que por una u otra razón llegaban a Bioandina.

Para tal fin, el veterinario, aportaba al proceso dos establecimientos que iban creciendo de forma improvisada, según las denuncias, y que mantenía con recursos de las entidades ambientales que no tenían centros de recepción de fauna para la tenencia, rehabilitación y futura liberación de los animales.

Durante el año 2018 Natural Press recibió una denuncia sobre el precario estado de los animales en el Centro de Recepción y Rehabilitación de Fauna Silvestre de Mesitas del Colegio de la Fundación BioAndina ubicado a escasas dos horas de la capital del país y confirmó las lamentables condiciones de higiene y salubridad a las que estaban sometidos más de 600 ejemplares de fauna silvestre.

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A partir de ese momento nos dimos a la tarea de realizar las labores periodísticas pertinentes que nos permitieran establecer la realidad sobre los manejos anti-técnicos y el maltrato al que supuestamente fueron sometidos cientos de animales en manos de la Fundación BioAdina dirigida por reconocido conservacionista calificado como un “Héroe al Rescate Animal” al que sus denunciantes reconocieron como “El Verdugo de la Conservación”.

Natural Press intentó ponerse en contacto con el veterinario en repetidas ocasiones a través de diferentes medios para esta primera parte de la investigación pero la respuesta fue un mutismo total que nos impide registrar su punto de vista o los descargos a los que quisimos ofrecerle la oportunidad.

Ex trabajadores denuncian y entregan pruebas

Encierros en malas condiciones, comida en descomposición, hacinamiento y crueldad animal, empleados alicorados disparando armas de fuego, animales en custodia muertos en cuestionables circunstancias y prácticas anti-técnicas han sido denunciadas por biólogos y veterinarios que han recompilado durante años información que compromete seriamente al veterinario y conservacionista, Director de BioAndina.

Profesionales relacionados con la protección y conservación de la fauna silvestre en Colombia, se han mostrado dispuestos, no sólo a narrar sus dolorosas e indignantes experiencias, también han aportado pruebas documentales en informes, fotografía y video presentadas en esta investigación que recoge testimonios de ex empleados de Orlando Feliciano desde el año 2007.

Para esta investigación algunas fuentes solicitaron expresamente que sus nombres fueran protegidos. Una de ellas afirmó no querer revelar su identidad porque el veterinario Orlando Feliciano, “efectivamente carece de credibilidad, pero finalmente sigue teniendo contactos influyentes que podrían afectarlas”.

“La solicitud anterior no va en detrimento de mi compromiso con el caso y por el contrario estaré dispuesta a seguir colaborando con la investigación y con las autoridades competentes que requieran mi testimonio o mayores pruebas”, agregó.

Paula Moreno Merchán es médica veterinaria y trabajó con Orlando Feliciano en los Centros de Recepción de Mesitas y Guasca Cundinamarca. Actualmente trabaja en un organización que no está relacionada con el mundo de la conservación en Colombia y decidió hacer la denuncia dando a conocer su identidad.

Cuando la veterinaria inició su trabajo con Orlando Feliciano, el centro de recepción de Mesitas del Colegio estaba en construcción. “Yo entré creyendo en él, me mostró que todo estaba en obra, que todo iba a mejorar, que estaba montando una clínica en Mesitas del Colegio, me vendió un centro de rehabilitación futurista, pero fueron pasando los meses y me di cuenta que invertía dinero en otras cosas pero nunca en el cambio de las estructuras para los animales”.

Según la veterinaria, “existen protocolos que indican cuáles deben ser las mínimas condiciones técnicas de los encierros de las diferentes especies”; sin embargo, los espacios en los que Feliciano tenía recluidos los animales tenían más aspecto de mazmorras que de encierros para la rehabilitación de especies que debían ser devueltas a la vida silvestre.

“Yo le advertí varias veces que esto estaba mal porque los encierros quedaban con chuzos (puntillas, clavos y/o alambres) con los que los animales se podían lastimar”. Para la veterinaria las respuestas de Feliciano -eran muy frustrantes- “y sólo respondía que era  momentáneo, que mejorarían, pero mientras yo estuve ahí, estrenó carro varias veces pero las condiciones de los encierros no mejoraron nunca”, afirma Paula Moreno.

“Veía cómo invertía todo el dinero que podría destinar al centro de rehabilitación, en la casa que estaba construyendo para él y su familia mientras que los encierros de los animales estaban hechos con residuos de construcción”.

A las denuncias de Paula Moreno Merchán se unieron las de la bióloga Paola Gómez y de otra veterinaria que ha querido mantener su identidad en reserva, ellas trabajaron para Orlando Feliciano entre el año 2013 y 2015 en los Centros de Atención y Rehabilitación de Fauna de Mesitas del Colegio y Guasca Cundinamarca.

Las profesionales coinciden en advertir que no es apropiado hablar de “Centros de Rehabilitación” cuando en realidad esos lugares no se dedican a esa labor, ya que los animales no reciben ningún tipo de tratamiento que les permita reintegrarse a la vida silvestre y mucho menos hay una metodología de medición para evidenciar científicamente los resultados de esos procesos.

También denuncian que fueron víctimas de explotación laboral, aprovechándose del amor que las profesionales tienen por los animales. Narran con indignación los riesgos a los que estuvieron sometidas y a los que siguen estando expuestos quienes son empleados de Feliciano en la actualidad, pero lo más grave y que a su juicio resulta “imperdonable es el sufrimiento de los animales indefensos, las condiciones indignas a las que los somete, siendo animales víctimas de tráfico y maltrato, que vienen de experiencias traumáticas y deberían llegar a un lugar donde se les brinde bienestar físico y mental” afirma Moreno Merchán.

Paola Gómez, quien trabajó para Feliciano en los centros de recepción durante el año 2013 rechaza las deplorables condiciones de los encierros y de las aves que se encontraban confinadas en ese establecimiento y añade que “no tenían un lugar donde hacer rehabilitación de vuelo (espacios destinados a la ejercitación de vuelo de las aves para que puedan ser liberadas) porque la jaula en donde estaban embutidas un montón de loras y guacamayas, que incluso no tendrían por qué estar hacinadas, supuestamente eran las jaulas de vuelo pero se convirtieron en jaulas de tenencia porque no había donde más meter animales”.

Lo anterior representa un incumplimiento a la cláusula segunda del Convenio 213 suscrito entre la CAR Cundinamarca y la Fundación BioAndina en este aparte del Convenio de Asociación, se consignan las características con las que el Centro de Recepción debería tener para cumplir con el contrato, en ella se estableció que los centros de recepción debían tener “Áreas de Rehabilitación” que “Permiten el desarrollo de actividades de entrenamiento como de vuelo en el caso de las aves, caza en el caso de los mamíferos carnívoros…” como lo hace constar un extracto del documento publicado a continuación.

Natural Press hizo una revisión de las obligaciones contractuales a las cuales Orlando Feliciano, como representante legal de Bioandina, se comprometió mediante la firma de sendos documentos durante los años 2012 y 2013 con sus respectivas adiciones presupuestales y pudo comprobar que en efecto, dichos convenios suscritos con la CAR Cundinamarca y con Corpoguavio, exigen unas condiciones muy específicas con las que incumple ampliamente sin que autoridad ambiental alguna haya manifestado mediante actos administrativos sus reparos.

Se pudo constatar que dichos convenios le representaron a BioAndina un total de $513.000.000 millones de pesos de los cuales la CAR Cundinamarca aportó a BioAndina $480.000.000 millones para una ejecución de un año y Corpoguavio $33.000.000 para ejecutar en cuatro meses del 2013.

Estas entidades asignaron recursos a BioAndina quien debía cumplir con los ofrecimientos en las propuestas que dan origen a los Convenios de Asociación, pero adicionalmente, es obligación de ley dar cumplimiento a lo ordenado por la Resolución 2064 de 2010 del Ministerio de Ambiente en la que obliga a los centros de recepción y rehabilitación de fauna a contar una serie de requisitos entre los cuales están las salas de cirugía, hospitalización, cuarentena, cocina con toda la dotación de calidad, enriquecimiento para los animales, pero la Fundación Bioandina no tenía más que “instalaciones improvisadas que nunca mejoraron” según las denuncias de la bióloga.

A pesar de los reiterados llamados de atención por parte de los profesionales a cargo del cuidado animal, Feliciano no mejoró las condiciones de los encierros, lo cual pudo provocar accidentes como el que menciona la bióloga Paola Gómez, “las estructuras eran de madera y estaba podrida, ese encierro (la jaula de vuelo) se cayó y afortunadamente no se murió ninguna lora, pero habría podido ser terrible”.

“El sufrimiento de los animales indefensos, las condiciones indignas a las que los somete, siendo animales victimas de tráfico y maltrato, que vienen de experiencias traumáticas y deberían llegar a un lugar donde se les brinde bienestar físico y mental”.

Marcela* es una médica veterinaria que estuvo contratada por BioAndina durante el año 2015, enfatiza en el estado de los recintos y las condiciones tortuosas a las que son sometidos cientos de animales en esos establecimientos, sus denuncias se unen a las de la bióloga Paola Gómez y la veterinaria Paula Moreno Merchán, quienes trabajaron en periodos de tiempo diferentes.

Esta veterinaria, visiblemente consternada habla sobre animales que se auto infringen lesiones producto del estrés que podría minimizarse si se hiciera acondicionamiento ambiental en los recintos, amputaciones que ellos mismos se provocan, ataques entre ellos hasta provocarse la muerte, ataques de depredadores silvestres de la zona a aquellos animales que eran atendidos en el centro de recepción y escapes de algunos animales, todo esto ocasionado por las deplorables condiciones de los encierros del centro que recibía recursos públicos por tener, supuestamente, condiciones de idoneidad.

La veterinaria cuenta como los cusumbos (Nasua nasua) estaban en recintos “de un metro cúbico (de tamaño), sin absolutamente nada de enriquecimiento, nadie les hacía aseo por el peligro que representaba meterse en esa zona y caminaban, dormían y vivían en medio de la comida en descomposición y de los excrementos”, afirma.

Haciendo una revisión de los contratos asignados por la Car Cundinamarca durante los años que la entidad estuvo vinculada con la Fundación BioAndina, al contratista se le hacía una exigencia de encierros para primates de 50 mts3, roedores 15 mts3 y carnívoros 300 mts3 pero según estas solicitudes de la autoridad ambiental, se estaba dando un incumplimiento al tener animales en recintos más pequeños y en malas condiciones de higiene como es el caso denunciado por *Marcela.

En el caso anterior y en muchos apartes de los convenios que se establecieron entre las partes, con el supuesto objetivo de garantizar el bienestar de los ejemplares de fauna silvestre que llegaban a esos establecimientos, ni los funcionarios de la CAR Cundinamarca ejercían su labor, como autoridad ambiental,  de vigilancia y control, para el cumplimiento de las obligaciones contractuales, ni el contratista cumplía las exigencias del mismo, lo que significó un maridaje perfecto en detrimento de las garantías para los animales.

La veterinaria recuerda con indignación cuando tuvieron en el centro un venado con una enfermedad infecciosa, de reporte obligatorio al ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) “y lo que se teníamos que hacer era aislar al animal. Los hechos ocurrieron en el Centro de Recepción de Mesitas del Colegio, donde no había zona de aislamiento para enfermedades infecciosas y nos tocó meter al animal dentro de uno de los baños que estaban dispuestos para las visitas porque no había dónde aislarlo. Tuvimos que tomar esa decisión porque nos dio miedo que se contagiaran los demás venados”.

La decisión a la que se vio obligada la veterinaria estuvo motivada por las indignas condiciones a las que eran sometidos los animales que Feliciano Cáceres tenía a su cargo a pesar de los contratos en los que estaba obligado a tener instalaciones que garantizaran la seguridad y salud de todos los animales y un cuarto de cuarentena y aislamiento para evitar el contagio de enfermedades, requerimiento del la Resolución 2064 de 2010 del Ministerio de Ambiente. Un incumplimiento más, sin el seguimiento de las autoridades, tal y como lo demuestra el contrato 592 de 2014 con vigencia hasta el año 2015 tiempo en el cual estuvo contratada la veterinaria.

Reproducción en cautiverio, amputación y muerte

Estos Centros de Recepción, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre se supone que están concebidos para rehabilitar animales hasta lograr que sean aptos para la liberación cuando sus condiciones particulares lo permitan, pero de ninguna manera como un zoo criadero en el que los animales se reproduzcan y nazcan camadas padeciendo el encierro. Sin embargo, la bióloga *Paola Gómez advierte que en dos oportunidades nacieron crías de ocelotes “por más que le pedimos que separara la hembra del macho, dijo que no, que no importaba que siguieran teniendo crías”. La bióloga nunca entendió la decisión del veterinario Orlando Feliciano Cáceres director de BioAndina.

“Lamentablemente la hembra de ocelote rechazó las camadas y yo tuve que ir a comprar la leche, el tetero, la medicina para poderlos mantener, todo salió de mi bolsillo, pero nunca me pagó ese dinero”, agrega la bióloga.

 La veterinaria Paula Moreno, afirma que presenció amputaciones de micos por el estrés, “ellos se mordían las manos y se quitaban los dedos, las fotos lo confirman”, sin duda este tipo de hechos se habrían podido evitar si se contara con las instalaciones técnicamente adecuadas para recluir animales silvestres y sobre todo, si los animales no fueran sometidos a tratos crueles y tortuosos, además de hacerles acondicionamiento para evitar entre ellos el estrés que les genera el encierro.

En referencia a los primates, la bióloga Paola Gómez narra cómo fue víctima de un ataque debido a la precariedad de los encierros que no tenían de área de manejo, como técnicamente se requiere e incluso como algunos de los convenios  celebrados lo exigen para garantizar la seguridad tanto de los trabajadores, como de los mismos animales.

Los biólogos, veterinarios y cuidadores debían ingresar al mismo espacio con los animales confinados, explica la bióloga. “Como los primates eran maltratados, odiaban a los humanos, una vez entré al recinto y sufrí el ataque de cuatro micos, yo creo que sobreviví de milagro”.

Gómez reconoce su error al ingresar al encierro con los animales, sin embargo, las veterinarias *Marcela y Paula Moreno coinciden en que ese tipo de errores son inducidos por la ausencia de un área de manejo en los encierros y la falta de personal para asistir ese tipo de procedimientos, las dos veterinarias convienen en afirmar que eso no solo le pasó a *Paola, muchas otras personas sufrieron ese tipo de ataques.

Pero no solo a los profesionales los agredieron los animales, “en dos ocasiones atacaron a uno de los trabajadores, le lesionaron las manos, se las volvieron nada” explica Paola, “fue un mono churuco macho, quien lo atacó”.

El empleado del centro no tenía ARL (Administradora de Riesgos Laborales) como lo ordena la ley y tampoco pago de salud y pensión, según él mismo se lo hizo saber a la bióloga. “A mí me tocó pagarle la cita privada en dos ocasiones para que fuera, porque sin pago de seguridad social no lo atendían en el hospital”. Pero Orlando Feliciano se desentendía de esas situaciones  “y no daba ni las gracias, obviamente, tampoco me pagó”. Pero lo que me parecía más grave explica la bióloga, “era tener un trabajador expuesto a un alto nivel de riesgo sin prestaciones sociales, sin ARL, salud y pensión”, narra  Gómez con indignación.

“Siempre le dijimos que el cuarto de procedimientos necesitaba que le pusiera vidrios a las ventanas, pero nunca lo hizo, solo tenía una polisombra de color verde que cubría el hueco y que hasta hace unos años se mantenía”, afirma  la veterinaria *Marcela.

En los convenios suscritos con la CAR Cundinamarca, Bioandina, a través de su representante legal Orlando Feliciano, se comprometía a cumplir con unos requerimientos mínimos en el área de hospitalización, sin embargo, estos tampoco los cumplía. Esto es incomprensible, pues la entidad del Estado colombiano cumplió con su obligación contractual de entregarle la totalidad de los dineros públicos comprometidos, pero la contraparte, es decir, Bioandina, no hizo honor al compromiso firmado y exigido por la ley, cabría la pregunta, ¿acaso el incumplimiento de las condiciones contractuales adquiridas es legal en Colombia?, máxime cuando se están entregando dineros públicos para la prestación de un servicio determinado.

En los diversos contratos se puede encontrar en el Item sobre características física de los centros de atención de animales, que, el centro debía contar con todas las áreas higienizadas, una zona de hospitalización y atención con mínimo un mesón en acero inoxidable, una vitrina de medicamentos a la mano y un lavamanos, además una sala de neonatología al lado del área de hospitalización.

Por su parte la veterinaria *Marcela, afirma que “no se contaba con las condiciones de higiene y salubridad, en lugar de usar los implementos adecuados, se empleaban bolsas de basura como ‘campos quirúrgicos’ para los procedimientos quirúrgicos de los animales, esto era inaceptable”.

Los requerimientos de los contratos con la CAR Cundinamarca, también hacían la exigencia de tener encierros en buenas condiciones de aseo y desinfección y además era una exigencia la realización de aseo mínimo cada dos días, sin embargo las denuncias conforman lo contrario.

Es inaceptable que “a los micos les salieran llagas en las manos y en los pies porque las tablas (de las jaulas) estaban podridas o sucias y se infectaban, sufrían de dermatitis”, señala *Paola Gómez.

El aseo en los encierros es otra de las graves condiciones a las que se somete a los animales bajo la responsabilidad de cuidado de Feliciano. La bióloga advierte que “no se hacía una buena limpieza, sólo con una manguera a presión se sacaba la fruta sobrante y el excremento de los animales y las tablas quedaban resbalosas, las estructuras que se hacían era para que nadie pudiera entrar”.

Sandra explica que las aberturas de las jaulas eran de un tamaño suficiente para que entraran los micos pero no para que entrara un humano a hacerle aseo apropiado al encierro, por tanto no se cepillaban ni se barrían adecuadamente.

Las irregularidades en los convenios del conservacionista

El mayor aportante para el funcionamiento de los Centros de Recepción, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre que Feliciano tiene en los municipios de Mesitas del Colegio y Guasca, fue la CAR Cundinamarca. $3.331.162.294 millones de pesos en apenas siete años hace parte de los convenios y contratos por prestación de servicios entre la CAR y la Fundación BioAndina, suma de dinero con la que la CAR exigía que los animales contaran con las  condiciones por la Resolución 2064 de 2010 que rige la tenencia de animales que son víctimas del tráfico de fauna.

Pero no sólo la CAR Cundinamarca celebró convenios y contratos con la organización sin ánimo de lucro; Corpoguavio también ha celebrado contratos por más de 700 millones de pesos y si se suman los contratos celebrados por la CAR Cundinamarca, Corpoguavio y el Acueducto de Bogotá, la cifra sobrepasa los $4.000 millones de pesos en contratos celebrados desde el año 2007 hasta el 2019. Esto sin contar los contratos con otras entidades del Estado colombiano, organizaciones y empresas privadas que ven la labor desempeñada por el veterinario como loable y filantrópica.

Entre las propiedades de Orlando Feliciano, se registra una reserva de cuatro lotes y un total de 54 hectáreas ubicadas en Guasca Cundinamarca, jurisdicción de Corpoguavio e inscritas ante el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y registrada en el RUNAP de Parques Nacionales Naturales como la Reserva la Sociedad Civil “El Páramo”.

Sin embargo en una reciente entrevistas realizada al conservacionista, publicada en la edición de Febrero y Marzo de la revista BOCAS de El Tiempo ante la pregunta: ¿De qué vive una persona que se dedica a la conservación de fauna silvestre?, Feliciano Cáceres contesta “¡De milagro!, no, mentiras” y explica: “Pues, de varias cosas. En mi caso, de mis trabajos con otras entidades” y menciona las organizaciones como el Parque Jaime Duque (Bioparque Wakatá), donantes y amigos que lo han ayudado con su loable y responsable causa. Pero no explica cuántos recursos ha recibido de entidades públicas.

En la misma entrevista concedida a la revista BOCAS, habla del desinterés de las instituciones por la conservación. La periodista Mónica Diago le pregunta: “¿Cuál es el mayor enemigo de un hombre dedicado a la conservación?”, a lo que Feliciano contesta: “El sistema. La desidia institucional. Uno ve que falta muchísimo interés, que hay temas a los que se les presta tanta atención innecesaria, pero a necesidades tan básicas como el equilibrio en la naturaleza, no. Para eso no hay inversión. Desafortunadamente, el mayor peligro es esa soledad institucional a la que hemos sido sometidos los que hacemos conservación. Los animales que protegemos se vuelven entonces propios: los cóndores de Orlando, los osos de Daniel, la tingua de Fernando, pero deberíamos hablar de los cóndores del país: ¡la fauna del país!”.

A pesar de lo declarado en la entrevista, el profesional ha sido uno de los afortunados conservacionistas en recibir dineros públicos, adiciones presupuestales y aportes para proteger y rehabilitar la fauna por más de 4.000 millones de pesos, dejando de invertir los recursos que se le han asignado para la rehabilitación de la fauna en Colombia, de acuerdo a los testimonios de sus ex empleados. ¿Acaso más de 4.000 millones son soledad institucional?

Las inversiones que debía hacer por obligaciones contractuales y que beneficiaban su espacio privado para la tenencia de fauna no se hicieron según lo comprueban las evidencias entregadas por sus trabajadores, las imágenes captadas por Natural Press en el Centro de recepción de Mesitas del Colegio Cundinamarca y los análisis hechos a los contratos.

Paula consideraba que Orlando Feliciano presentaba propuestas con cuadros de costos en los que informaba de un pago equivalente al doble de su salario, pero ella no recibía ese monto.

Esto no solo le pasó a Paula Moreno, también a la veterinaria *Marcela, quien trabajó en el 2015 y denunció exactamente lo mismo, “conmigo la cuestión fue más descarada, él mismo me dijo que el valor que figuraba en el contrato por $2.000.000 de pesos, no correspondería realmente a mi pago, pues de allí tenía que sacar una partida para el pago de los otros profesionales”, afirma que le explicó Feliciano.

Natural Press hizo una revisión del Convenio 1326 de 2015 entre la CAR Cundinamarca y BioAndina  periodo en el que estuvo contratada  la veterinaria *Marcela. El monto total del Convenio fue de $469.566.000 millones de pesos en el que la CAR aportó $380.000.000 millones y la Fundación BioAndina $88.000.000 millones en especie.

En el Convenio 1326, el cuadro de costos de pagos profesionales asigna recursos por $3.551.000 pesos por cada veterinario cuando en realidad el contrato de la veterinaria era de $2.000.000 de pesos tal y como lo confirman los dos documentos.

Humberto Ardila Galindo, un prestigioso jurista consultado por Natural Press, afirmó que en este caso, “eventualmente podría existir una estafa, pues según lo que usted me informa, podría haber sido engañado el pagador de este convenio, porque no parece que esté contribuyendo con el contratista”.

Y añade que “al no existir evidencia de la participación de algún funcionario público, en calidad de coautor, de ser probada la inconsistencia entre el monto reportado a la entidad del Estado y el pagado a la veterinaria, se podría configurar en una falsedad ideológica en un documento privado”.

Como parte del Convenio el aporte de la Fundación BiAndina debía verse reflejado tal y como lo consigna el cuadro de costos en $2.500.000 pesos en material hospitalario y $52.000.000 millones en infraestructura, costos que para sus ex empleados generan serias dudas hoy en día.

Durante la visita de Natural Press al centro de recepción de Mesitas del Colegio, se evidenció un hacinamiento de diferentes especies de animales, especialmente de los primates y las pésimas condiciones de los encierros, mallas oxidadas, materiales podridos, techos a punto de derrumbarse y en algunos casos, lo que los biólogos llaman técnicamente, “comportamientos aberrantes” por parte de algunos monos.

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Animales recluidos en las oficinas y reducidos a espacios como guacales en mal estado porque según la veterinaria que atendió la visita “no había dónde meterlos”, al indagar por la capacidad de carga, es decir, la capacidad de alojamiento que tenía el Centro de Recepción, la veterinaria no supo contestar a la pregunta que se le hizo cuando indagamos la razón por la cual, seguían recibiendo animales sin las condiciones y el espacio donde albergarlos.

La profesional que atendió nuestra visita fue insistente en que recibió la orden directa del mismo Feliciano de restringirnos el acceso a ciertas áreas en las que están confinados algunos animales, por lo cual el recorrido se limitó a una pequeña porción del Centro de Recepción.

De borracheras y armas de fuego

Paula Moreno incluyó en su relato un episodio en el que Rafael, administrador de la finca, nuevamente en estado de embriaguez, baleo un perro de la zona por haberle ladrado. Los vecinos llamaron a la veterinaria para que ayudará al animal, quien debió esconderse del trabajador, dirigirse a una casa abandonada cerca al centro de recepción y extraerle las balas al animal. “El lugar no tenía luz, así que usamos las linternas de los celulares para poder ayudar al perro que lloraba del dolor y al tiempo nos teníamos que esconder de Rafael porque estaba decidido a matar al perro”, afirma la veterinaria “Al final pudimos salvarle la vida al animal”, concluye Paula.

Animales que pasaban hambre

Coinciden las denunciantes al afirmar que otro tema lamentable era el de la alimentación de los animales. Paula Moreno afirma que “varias veces Feliciano le decía que ya iba llegando con la comida para los animales pero no llegaba, pasaban dos o tres días y los animales no tenían que comer y entre los que estábamos ahí, más de una vez nos tocó sacar de nuestro propio bolsillo para comprarles alimentos”.

En algunas oportunidades, no siempre, Feliciano pagaba lo adeudado, “pero eso era cuando lo presionaba para que me pagara lo que yo me había gastado dándole de comer a los animales, pero si no era juicioso con el pago de nuestro salario, mucho menos me iba a pagar la comida”.

Pero más grave aún fue aquella vez, recuerda Moreno, cuando el veterinario dio la orden de darle la fruta descompuesta a los animales si él no llegaba a tiempo con al comida fresca.

Las fotografías a continuación fueron suministradas, algunas por las veterinarias, otras por la bióloga *Paola Gómez y reflejan el estado de la fruta en descomposición suministrada en algunas ocasiones a los animales cuando no había comida para darles.

“En un informe yo escribí que había ocurrido una mortandad de guacamayas como consecuencia del estrés producido por la falta de comida y que algunos primates se agredían entre ellos por conseguir los escasos pedazos de fruta que encontraban en los recintos”. a pesar que los contratos aseguran que el Centro debía evitar el estrés de los animales por alimentos.

Claramente afectada, Paula Moreno agrega que esto lo reportó, pero “cuando le pasé los informes en formato PDF, para evitar que los alterara, me exigió que debía pasarlos en Word porque él debía agregar ciertas cosas. Yo empecé a sospechar, no me consta que lo haya modificado, pero dudo mucho que Feliciano le haya pasado un informe con la verdad a la CAR Cundinamarca, que le pagaba por mantener en buen estado los animales”.

“En un informe yo escribí que había ocurrido una mortandad de guacamayas como consecuencia del estrés producido por la falta de comida y que algunos primates se agredían entre ellos por conseguir los escasos pedazos de fruta que encontraban en los recintos”.

“El alimento regular de los carnívoros era patas, hígado y pescuezos de pollo, eventualmente y luego de gran insistencia, se lograba dar presa vivía a los carnívoros, pero luego pasaba un gran periodo nuevamente sólo con vísceras y pescuezos, por lo que, principalmente los felinos duraban días rechazando este alimento al no ser las partes de las presas que consumen en vida silvestre”, según lo afirma la veterinaria *Marcela.

Por su parte, la bióloga *Paola Gómez aseguró que “ningún animal tenía una dieta balanceada, los alimentadores armaban las porciones a su criterio, los frugívoros recibían siempre la misma fruta, sin complementos nutricionales, semillas, insectos o proteína animal en proporciones adecuadas”.

“Cuando el equipo de profesionales pedía a los alimentadores seguir las proporciones indicadas, no lo hacían porque decían que siempre se había hecho así, que nadie los había autorizado para eso e incluso el administrador, el señor Rafael, mencionaba que dichos requerimientos eran caprichos del personal”, afirma *Gómez.

Paula Moreno por su parte, también recuerda que Orlando Feliciano daba la orden de no alimentar a las serpientes venenosas que estaban en el Centro y cuando la veterinaria lo cuestionó sobre el tema, el director de BioAndina le respondió que “su contrato era simplemente recibir la fauna”, según lo narra la misma veterinaria.

“Ningún animal tenía una dieta balanceada, los alimentadores armaban las porciones a su criterio, los frugívoros recibían siempre la misma fruta, sin complementos nutricionales, semillas, insectos o proteína animal en proporciones adecuadas” *Paola Gómez.

Esta versión la confirma la veterinaria de vida silvestre *Marcela quien narra que fue eso lo que desencadenó su renuncia, cuando recibió una cascabel que venía incautada de un culebrero. “Yo estaba segura que a ese animal le habían amputado los colmillos, entonces le hice el examen clínico, cuando le reporté a Feliciano que ese animal requería una alimentación forzada porque era incapaz de cazar, se puso furioso y me trató muy mal, me gritó que yo quién era, que él había dado la orden de que a esa serpiente no se le podía tocar porque era un riesgo para nosotros porque en el Centro no contaban con sueros antiofídicos”.

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Más que proteger a sus empelados, se evidencia la carencia de recursos para sostener el centro con todas las condiciones necesarias y obligatorias de bienestar laboral y animal.

La veterinaria *Marcela se pregunta “¿cómo se atreve a recibir serpientes venenosas si no tiene sueros antiofídicos?, nos estaba poniendo en riesgo absolutamente a todos. Entonces, el manejo que se le daba a cualquier culebra que llegaba allá era: tome la serpiente, venenosa o no venenosa y métala en una caneca y olvídese del animal”.

Agrega que ella no podía permitir esa situación y que procedió, a hacer el contacto directo con una fundación dedicada al estudio de estos reptiles y su director aceptó hacerse cargo de los animales como un favor por amor a ellos.

Natural Press realizó una consulta en el SECOP, página de contratación de entidades estatales en Colombia y confirmó que desde el año 2017, la CAR Cundinamarca no volvió a realizar ningún convenio con la Fundación Bioandina y su representante legal, Orlando Feliciano y la vigencia del contrato fue hasta el año 2018 contrario a la Corporación Autónoma Regional del Guavio con quien ha seguido percibiendo recursos públicos.

Actualmente es recurrente ver al veterinario pidiendo aportes en medios de comunicación nacionales e internacionales.

En 2019 el destino de 600 animales cambió gracias a la construcción de un Centro de Recepción, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre por parte de la CAR Cundinamarca quien recuperó en su totalidad, los especímenes que estaban en manos del Veterinario.

“El Centro de Atención y Valoración de Fauna silvestre, tiene una capacidad para albergar a unos dos mil animales. Allí hacen su proceso de rehabilitación para luego ser liberados”, afirmó Carlos Bello, director de Evaluación, Seguimiento y Control Ambiental de la CAR quien aseguró que como consecuencia de las irregularidades que se venían presentando, decidieron construir su propio Centro de Recepción y Valoración de Fauna Silvestre.

Sin embargo queda la duda sobre el seguimiento que la autoridad ambiental hizo sobre los Centros frente a los incumplimientos de los contratos, tema que tendrá que ser investigado por las entidades de control del país y sobre la que Natural Press espera tener respuesta en la segunda parte de este especial.

“El Centro de Atención y Valoración de fauna silvestre, tiene una capacidad para albergar a unos dos mil animales. Allí hacen su proceso de rehabilitación para luego ser liberados”.

Es importante añadir a esta investigación, que con el propósito de contrastar las fuentes y en aras del equilibrio informativo, intentamos contactar en repetidas ocasiones al Veterinario Orlando Feliciano a través de los canales oficiales que ha usado en los medios para recibir donaciones y a pesar de que sabemos que recibió los mensajes, se negó a contestar la solicitud de Natural Press para ofrecer sus puntos de vista.

Sólo en el año 2020, el CAV de la CAR Cundinamarca ha recibido 556 animales víctimas de tráfico y tenencia ilegal, atropellamientos y entregas voluntarias, de ellos, 228 ya han sido rehabilitados y liberados a la vida silvestre en apenas ocho meses corridos del presente año.

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Por su parte Corpoguavio informa que en poder de BioAndina se encuentran 19 animales en proceso de rehabilitación para su posterior liberación y que el más reciente aporte de dineros públicos se hizo a través de un contrato de prestación de servicios firmado en septiembre de 2019.

Han sido tantas las denuncias y de tal gravedad que en Natural Press nos vemos obligados a realizar una segunda parte de esta primera entrega de la investigación.

Tras la primera parte del “El Verdugo de la Conservación”, algunos otros profesionales que en el pasado trabajaron con Orlando Feliciano para la Fundación Bioandina Colombia quisieron aportar más testimonios, más fotografías y más evidencias documentales, de tal manera que nos vimos obligados a realizar una segunda parte de esta primera entrega ya que Las Denuncias Continúan.

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3 thoughts on “El verdugo de la conservación en Colombia

  1. Buenas tardes, hay alguna forma de comentar públicamente el contenido de este blog? toda historia tiene sus versiones y claramente su forma de tergiversarlas, es fácil criticar si solo se toma una parte de la historia, de corazón y sinceramente, pésimo periodismo, mentiroso y conveniente.

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